
Egipto ha fascinado al mundo con su cultura antigua, desde tiempos primordiales de las civilizaciones. Un país exótico, considerado una de las cunas de la humanidad. Recordado más a menudo por el río Nilo, la fastuosidad de las obras, las pirámides, sus faraones, reinas y el entusiasmo con que narran todo esto, en diversos documentales, los famosos egiptólogos Zahi Hawass y Salima Ikram.
Nuevos hallazgos arqueológicos y consecuentes interpretaciones modernas, de esa historia tan rica y casi fundante de las sociedades actuales, rescataron a una figura discutida que vale la pena analizar, especialmente para los que nos gusta establecer interesantes comparaciones entre el pasado y presente.
El liderazgo político o religioso siempre cautivó las mentes de quienes estudian el comportamiento humano. Aún más en estos casos donde esos dos poderes los aúna una misma figura. Los faraones de la dinastía XVIII (entre 1550 a 1295 a. C.), en el período de máximo esplendor de esa civilización, atribuían su éxito y victorias al apoyo de algunas divinidades y del Dios Amón; por este motivo, fueron muy generosos con sus palacios y sus sacerdotes llegando a construirles el mayor monumento de culto en la historia de la humanidad, el templo de Karnak.

En este gigantesco santuario estaba recluido un harén, supuestamente destinado a los dioses reverenciados, pero en verdad abocado a costumbres y favores sexuales de los escribas o religiosos. Por el año 1353 reinaba en el país el décimo soberano de ese linaje dinástico, el joven faraón Akenatón (padre de Tutankamón) quien reprobaba esa actitud que se verificaba como prostitución y libertinaje.
Por los motivos descriptos y dispuesto a sacudir las bases mismas de la cosmovisión, este rey se rebeló contra todo el Panteón egipcio, rechazando el politeísmo y declarando que existiría a partir de entonces una sola divinidad para todo el Estado, cuyo nombre era Atón y su representación el disco solar.
Esta sería, hasta el momento, la primera manifestación de monoteísmo que la humanidad conociera, a más de un milenio antes del nacimiento de Jesús.
Además, decidió establecer una nueva ciudad capital y para eso abandonó la tradicional Tebas y se fue más al norte, donde en Akhetatón (la actual Amarna) construyó desde los cimientos, la flamante metrópolis. Es probable que el motivo principal que lo llevó a esos cambios haya sido quitarles importancia a los sacerdotes, al poder religioso, en franca ascensión en ese tiempo, y no una aplicación de teoría teológica.
Una reina destacada en la historia
Su amor y esposa principal (habitualmente tenían varias) fue una de las mujeres más importantes que Egipto conoció, sumándose a otras eminencias femeninas, como Cleopatra VII y Hatshepsout.

Nefertite recibió la igualdad de poderes por decreto real y es descripta como una reina firme, con gran participación en las decisiones de su consorte revolucionario.
En la iconografía egipcia aparecen juntos y de modo muy real, inclusive en momentos de intimidad familiar, raro para esos tiempos en los cuales se mostraba perfección. En muchas de las representaciones ella es mostrada con una belleza deslumbrante y él siempre es visto de modo natural, ancho de cadera y con una barriga marcada, es probable por la excelente culinaria de esa región y por la cerveza, invento que les pertenece.
El destino de este faraón fue tan extremo como sus decisiones, se presume que haya sido asesinado y su momia, hasta hoy es una incógnita, sencillamente desapareció. Un interrogante más en esta cultura que continúa encantando a las personas a través de milenios.
Podemos relacionar a través de estos datos que los arreglos políticos y la corrupción poseen sus ancestrales fidedignos. Parece que muy poco de nuevo aparece como elemento rector; líderes religiosos, clase dirigente y sus intereses personales han conducido o influenciado el devenir de las sociedades, desde los tiempos en los cuales el hombre escribía en papiros o tallaba la piedra.
Por: Lic. en Historia Guillermo A. Burgos | : @GABurgosOk | : @guillermoaburgos
Por: Redacción