Sospecho que aquella maravillosa clase magistral de Homero Expósito que enseñaba que “…en la vida se cuidan los zapatos andando de rodillas…” se me ha ido incrustando también con el paso del tiempo.
Tal vez, intentando ordenar pensamientos en relación a estos nuevos días de recuerdos de Malvinas, la contradicción y el juego irregular de sensaciones hayan derrotado definitivamente a una supuesta cordura argumental en el análisis de un singular hecho nacional y sus consecuencias hasta hoy, desconfiando de ocasionales patriotismos simbólicos e inalterables.
Repasé historias de veteranos de guerra y comprometí especialmente mi atención en los contenidos puros de cada una de esas extraordinarias vivencias. Debo decir que, en la mayoría de los casos analizados, la pétrea integridad de los héroes me ha generado (una y otra vez) angustia y orgullo, pesar y templanza, razón y locura.
El valor de esos jovencitos resulta conmovedor y estruja el alma. Escuchar sus historias en las islas, llenas de coraje, de compañerismo, de sentimiento patrio feroz y de camaradería total en el sufrimiento, produce admiración absoluta.
Pero ver a muchos de ellos hoy, ya maduros, analizar en contexto sus historias y mantener sus Valores absolutamente inalterados es un regalo que atesoro enormemente, pero que me traslada inexorablemente a un fangoso terreno de comparaciones.
Los Valores, ese Ser íntimo y grabado a fuego que llevan esos muchachos del ’82. Los Principios, esa conformación integral del alma que a veces hasta puede convertirnos en comunidad y Nación. Son un complejo sistema de tejidos de pensamiento y conducta que normalmente intentamos transmitir a los que nos siguen.
En ocasiones me encuentro apasionadamente tratando de entender qué son y para qué sirven estos Valores. Los hay de variada gama y en desordenada distribución. Los hay contrapuestos e invertebrados, compartidos y ocasionales. Y aún, perteneciendo estos Principios a un ámbito íntimamente personal, suelen ser aceptados genéricamente por los miembros de cada comunidad.
Seguramente, todos los argentinos seamos coincidentes en destacar y compartir aquellos “ideales nacionales” que emergen de los héroes de Malvinas. Seguramente…
En tiempos espinosamente convulsionados social, filosófica e ideológicamente, les debemos –también- a todos éstos auténticos próceres el mantener algo de coherencia y unidad nacional en la exaltación de Valores de dignidad y patriotismo.
Cuanto pesar nos generan los 649 compatriotas que quedaron en las islas. Cuanto asco nos produce haber perdido otros 500 valientes argentinos para los que volver con vida fue en vano…
No dotaré a este ensayo de línea ideológica alguna. No juzgaré acciones y omisiones pasadas y presentes. No será necesario. Seguramente, en inmensa mayoría vamos a coincidir que nuestros héroes ex combatientes de Malvinas han llegado hasta hoy con sus zapatos bien maltrechos y en ruinas. Han caminado su vida siempre erguidos y dignos.
Año 2021, año electoral. Veremos desfilar por cuanto ámbito público o privado exista otros hombres y mujeres que pujan por votos que les concedan el ansiado Poder o les permita conservar sus estándares estatales de privilegio.
Los observo a la fecha. Los vengo viendo desde añares a muchos de ellos. Los escucho disertar apasionadamente sobre posturas políticas que hasta 15 minutos atrás combatían ferozmente; sí, como el soldado Oscar Poltronieri, quien con 20 años en la batalla del monte Dos Hermanas detuvo en soledad la avanzada del enemigo durante horas salvando de esa manera a buena parte de su pelotón.
Ya no me ruborizo ante los disparates teatrales obscenos desplegados en el Congreso -presencial o virtual- cuando concurren con carteles panfletarios banales, disfraces ridículos, barricadas en los balcones o cánticos feroces de guerra. Idénticos a los gritos de aliento de las jóvenes fuerzas patrias de la noche del 11 de julio de 1982 en Monte Longdon…
A casi todos los miro resignado e incrédulo enarbolar banderas que hasta antes de ayer tildaron de enemigas del pueblo. Una particular y extraña capacidad para portar indistintamente cualquiera de las dos banderas que el 14 de julio del ‘82 ondearon en Puerto Argentino.
Por todo lo dicho y mucho más, quiero terminar este atropello literario saludando con honores a nuestros Héroes de Malvinas en nuevos aniversarios de la guerra.
Quiero manifestarles mi eterno agradecimiento y devoción por mantener vigentes ciertos Valores inalterados.
Sepan queridos ex combatientes que por estos días “electorales” que pronto vendrán, veremos nuevamente (una y otra vez) a muchos viejos conocidos “andando de rodillas” por ahí.
Pero recurriendo nuevamente a su inigualable grandeza les ruego que, con vuestra coherencia de siempre, los perdonen… Si, como seguramente ya lo han hecho con aquellos desconocidos que una perdida noche de mayo del ‘82 desembarcaron en la bahía de San Carlos.
Por: Redacción | : @ConfluenciaPort | : @confluenciaportuaria
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