Bahía Blanca. Los micrófonos y la tinta se agotan vez por vez, siglo por siglo en anunciar la conexión del Atlántico con el Pacífico entre Puerto Esperanza y los puertos del otro lado de la Cordillera. Es más, estamos conectados pero ni aprovechamos lo que tenemos ni peleamos en serio por optimizar la conectividad que nos lleva desde Puerto Talcahuano a través de ciudades, producciones, comercio, pueblos, valles, hasta los puertos del Área Metropolitana de la Bahía (AMB).
Conferencias, viajes, estudios, gastos en papel y discursos, hablantes con canas venidas o pelos perdidos que una y otra vez van y vienen con lo mismo.
En el tiempo que se hacen dos o tres «grandes conferencias por el bioceánico», Roca y White ya habían construido de Bahía a Cipoletti (3 años). Patética realidad.
Detrás de bambalinas está la mitad de la verdad, que es que se teme que el puerto bahiense pierda la carga que no tiene si se construye una verdadera conexión con Chile, mientras que la otra mitad se alimenta con ese no entender nada en materia de geopolítica, territorio económico, transporte y logística, ese sector que cree que nada es rentable y que no hay que perder tiempo ni en rutas aéreas, ferrocarriles, dobles calzadas ni nada.
Queda muy lindo y coqueto hablar de bioceanidad, pues es mucho más simple y productivo que ponerse manos a la obra, pues al ir a por ello, hay que arriesgarse, hay que equivocarse, hay que debatir, luchar, etc pero, especialmente, hay que pensar y estudiar con la cabeza fría, el futuro caliente y el enamoramiento con lo posible que el gran político y el muy buen técnico deben tener para construir, tal Roca y White.
La única forma en que los restaurantes de Alem sigan creciendo y no quiebren uno tras otro, es que la cultura del Poder Bahiense abandone la angustia de la chacra asfaltada y pase a entender que Argentina y Chile esperan que se vuelva a poner en el sitio del que se bajó justo cuando una revista porteña la denostó como poca cosa, cuando en realidad aún era la cabecera económica y política del Norte de la Patagonia.
Aquella ciudad casi sin edificios figuraba poderosa desde cualquier sitio del Mundo y en el propio Corazón Bahiense, mientras que esta urbe que insiste en llamarse Ciudad en lugar de Metrópoli y que cada día tiene más edificios, no quiere jugar el papel que todos necesitan, que todos esperan.
Puede que las grandes ventajas con las que llegamos a 1970, dejaron un exceso de comodidad.
El bioceánico solo necesita discursos, mientras que la metrópoli AMB entre Punta Alta y Bahía Blanca (y la región de hora y media como citaba el gran Arquitecto Caporossi) necesita la integridad del corredor del Pacífico al Estuario, con cada pueblo, ciudad, empresa, organización como aliado, como amigo, y ahí volverán a estar los negocios, y las vías de aire, hierro y hormigón serán creíbles de construir.
Especialista en Planificación y Política de Transporte