Los diferentes rumbos de la historiografía (estudio, análisis y modo de interpretar historia) a lo largo del tiempo fueron influenciados en muchas ocasiones por intereses variados y es común que ocurra, por ser inherente al ser humano moverse o actuar por conveniencias. Sobre esto bien decía mi padre, por el interés baila el mono del organillo.
Sin duda, frecuentemente la política determinó la erudición que sería impartida, a modo simple de ejemplo, basta recordar a las ilustradas cartillas o manuales fascistas que en su momento recorrieron diferentes países del mundo, en las cuales se decía cómo comportarse, a quién seguir y cómo hacerlo.
También en este país se distribuyeron manuales doctrinarios, los primeros fueron en 1949 cuando el gobierno de Perón intentó imponer en las aulas del primer grado (llamado “inferior” en ese tiempo) enseñanzas de la doctrina peronista, entre las cuales la lectura obligada de La razón de mi vida, una suerte de autobiografía de Eva Perón. En los libros de texto que proveía el Estado aparecían imágenes de la primera dama y del presidente.
Por suerte a mí no me tocó convivir con esa vergonzosa imposición, pero los acervos a disposición muestran imágenes de esos cuadernillos -modelo Benito Mussolini- puede leerse frases como: Mi hermanita y yo, amamos a mamá, papá, Perón y Evita. Esto se intensificó con la muerte de Eva en 1952, a posteriori se podía hojear el libro Evita, según el cual Perón era «El Libertador de la República», y la reciente difunta era la «Jefa Espiritual de la Nación».
Cambiando la temática y pasando del Estado a la Iglesia, a menudo esta institución también ha tenido una gran influencia en las formaciones sociales, conduciendo a la enseñanza por caminos convenientes a su predilección, al menos en el mundo occidental judeocristiano, como lo es en Argentina. En conjunto, estos factores nos fueron llevando a pensar que todo aquello que los libros decían, en esa determinada educación, parecía ser la única verdad y, por lo tanto, así tomada como tal.
Personalmente supongo que nuestra mente obró sumándose a favor de la fábula, de la fantasía, elaborando aún más héroes que los destacados en narrativas y que poco han tenido que ver con la realidad. Al analizar a alguien en el contexto pasado siempre es normal la exageración interpretativa; coraje, habilidad, cultura, inteligencia y posición social han sido características siempre aumentadas por nuestro imaginario. Estimo que uno crea en pensamiento algo parecido a lo que nos hubiera gustado ser; al final, las novelas o películas muestran, en gran mayoría, gestas, aventuras, riqueza o belleza.
En contrapartida a lo argumentado hasta ahora, y apenas a efectos de instigar la reflexión, voy a traer en mención un hecho histórico medieval, etapa ésta encumbrada por ser una transición donde se empezó a abandonar el modo esclavista de producción y el concepto de ciudadanía romana.
Esta figura recortada como objeto de análisis es quien fuera rey de los francos e inclusive emperador romano. El gran Carlomagno, de la dinastía Carolingia, llegó a sus cargos por cuestiones de herencia, sin ser un letrado y provenía de generaciones de mayordomos de castillos.
A pesar de su dote inicial a lo largo de su reinado -por los años 750- fue aprendiendo griego, latín, adiestrándose en cálculo y astronomía, progresivamente fue siendo aceptado en el estamento de los hombres cultos, pudiendo comprender mejor al escenario social y político de la Europa del Medioevo. Reforcemos, cuando inició la jornada como dirigente era un hombre de poca sabiduría, con saber empírico de oficios, aunque muy dedicado a aprender.
En su mandato -con el saber adquirido y un hábil manejo palaciego- fue construyendo nuevas iglesias y centros de capacitación para sacerdotes, introdujo el latín como idioma básico del Estado y de la Iglesia. Del mismo modo dedicó esfuerzos capitales a la construcción de estructuras militares, rutas, escuelas convencionales en los palacios e inclusive fuera de los mismos, siendo posible ser frecuentadas por cualquier persona sin distinción de clase.
Esta apuesta en la ciencia fue uno de los factores que creó un cambio social, perfeccionando la caligrafía, la elaboración de mapas, la evolución en los adornos y dibujos de los libros tan característica del período medieval, la transcripción y copia de manuscritos antiguos.
Al pensar en un hecho como éste me doy cuenta de que las grandes personalidades y nombres de la humanidad no fueron necesariamente ni muy valientes o de excesivo coraje, ni tan inteligentes, ni provenían de cunas de oro. Estos personajes históricos supieron tener, como Carlomagno en el siglo VIII, sensibilidad para entender que el conocimiento, el oficio, la fe y la creencia son fundamentales, no sólo para la construcción de un imperio, y sí también para el pleno desarrollo de la humanidad.
Para concluir y de lo expuesto en los renglones anteriores, puedo inferir que el conocimiento es la base de la pirámide de la construcción de igualdades y comprensión.
Aunque sea complejo, quién sabe las futuras dirigencias en el país tengan la lucidez para priorizar la educación y sin banderías ideológicas. El que desee enarbolar la bandera de la ultraderecha, o quien apruebe el comunismo de Mao que lo haga porque fue su decisión, por lectura estudio u opción propia, pero no porque de niño le cercenaron la elección de pensamiento y reflexión.
Quise buscar en este hecho histórico muy antiguo, de los años 700, la fuente para establecer una opinión personal y a sabiendas de que estas ideas que escribí están desprovistas de cualquier pretensión de verdad absoluta.
Mi creencia apunta a que es la educación un elemento fundamental en el crecimiento de las personas y tengo la seguridad de que la misma nos vuelve amplios en pensamiento para que podamos constituirnos en una sociedad progresivamente desarrollada.
Por: Lic. en Historia Guillermo Burgos | : @GABurgosOk | : @guillermoaburgos
Por: Redacción