
Buenos Aires. Un estudio de la Universidad de California demuestra que la captura de atún tropical con arte de cerco se sitúa entre las industrias menos contaminantes en cuanto a emisiones de CO2 a la atmósfera para la producción de un kilogramo de proteína para el consumo humano, en comparación tanto con otras artes que capturan esta misma especie, como con la de otro tipo de alimentos producidos en tierra.
Según el trabajo de la Universidad, encabezado por la Ing. Ambiental Brandi Mckuin, la captura de atún tropical (materia prima destinada básicamente a la conserva -latas de atún-) realizada con arte de cerco precisa emitir entre tres y cinco kg de CO2 a la atmósfera para producir un kilogramo de proteína.
En tanto que otras artes, como el palangre, emiten una media de 30 kg de CO2 por kilo de proteína. Esta cifra, apunta el estudio, llega hasta los 40 kg de CO2 en el caso del curricán (trolling), y con picos de hasta los 110 kg de emisión. Por último, en el caso de la carne vacuna, las emisiones son de 75 kg por kilo de proteína producida.
Alimentos producidos en tierra

El estudio de la Universidad de California también ha hecho una proyección de los kg de CO2 emitidos y necesarios para la producción de un kg de proteína de alimentos en tierra. Concretamente, el estudio analiza el caso de las legumbres, el tofu, el salmón y las gambas de piscicultura, el pollo, el cerdo y la ternera.
Según el estudio, la industria más contaminante es precisamente esta última, la de la carne de ternera, que supera los 75 kg de CO2 emitidos para producir un kilo de proteína, seguida de las gambas de piscifactoría (40 kg de CO2), la carne de cerdo (30 kg), el pollo (25 kg) y, por último, el salmón de piscifactoría (15 kg). Dentro de los alimentos en tierra, los productos menos contaminantes son las legumbres y el tofu, ambos por debajo de los 5 kg, cifra similar a la que produce la pesca de atún con cerco.
Cabe recordar que las flotas de cerco dedicadas a la captura del atún tropical, tales como la española agrupada en OPAGAC, se han diferenciado por la incorporación de nuevas tecnologías encaminadas a reducir al mínimo la huella ambiental de su actividad.
La aplicación de un Código de Buenas Prácticas, en vigor desde 2012, ha minimizado el impacto de la pesca de cerco en el ecosistema, al reducir la captura incidental de especies accesorias, eliminando prácticamente la mortalidad de tortugas marinas y reduciendo significativamente la de tiburones, mantas y rayas al desarrollar maniobras de liberación específicas para estas especies sensibles.
Entre otras soluciones, destaca el uso de boyas selectivas que, equipadas con una ecosonda doble, aportan información sobre la ubicación de los bancos de atún tropical, así como sobre su volumen y especie, lo que permite reducir su huella de carbono al exigir menores distancias de navegación.
Fuente: OPAGAC
Por: Redacción