Tuve oportunidad de vivir en la República Federativa por dos décadas, años que me llevan a profesar enorme gratitud hacia ese país y sus gentes, por haber sido vital en la complementación de mi formación profesional y humana.
La sicología dice que uno de los mayores traumas personales es el desarraigo, dado que emigrar demanda la adaptación al nuevo lugar y, simultáneamente, la perdida de vínculos primarios y referencia en la vida, familia, amigos, cultura, idioma. Es decir, el cortar lo anterior, como fuere, pero conocido y amparador, asimilar lo nuevo, desconocido y aún sin emociones contenedoras.
Siguiendo lo arriba explayado me cabe aportar lo siguiente: el estudio detallado del comportamiento del ser humano (antropología) también establece que uno de los mayores traumas a superar por el hombre es el exilio, el cambio de lugar donde se vive, aunque el mismo se haya promovido desde la voluntad propia.
La dificultad del alejamiento ya la conocían muy bien los antiguos griegos que, cuando querían punir a un ciudadano que hubiese cometido alguna contravención política, lo sometían al ostracismo (pérdida de derechos políticos y exilio por 10 años). Algunos escritos aclaran bien que, la peor parte de ese castigo, no era haber perdido la participación ciudadana y sí estar lejos del terruño, distante de la ciudad-Estado donde se era miembro.
Al pasar del tiempo fui aprendiendo a suavizar las emociones que me generaban las diferencias de idiosincrasias entre nuestros pueblos, como mecanismo indispensable para adaptación y supervivencia.
Diferente cuando viajamos como turistas, donde las cosas nos llaman la atención de modo pintoresco, a la hora de enfrentar el cotidiano en otra bandera, compitiendo en los espacios laborales, las apreciaciones y sentimientos cambian progresiva y significativamente.
Los colores tan vivos en las playas, lo variopinto callejero y comercial, todo ese brillo novedoso lentamente se va atenuando; empiezan a aparecer disimilitudes que inicialmente nos llaman la atención, luego segregan y terminan generando malestar y discriminación.
Este concepto que la filosofía llama alteridad es alimentado por amplísimas diferencias y aspectos hacia nuestros vecinos. promoviendo disputas territoriales por la América colonial y que dejó especial herencia en las regiones fronterizas.
En su cronología fue Imperio, tuvo Corte, producción de azúcar, caucho y piedras preciosas, una esclavitud acentuada muy superior a la argentina, el enorme mestizaje que supera a cien etnias indígenas diferentes fue el mayor latinoamericano.
Aun así, los portugueses supieron mantener el unitarismo y, hoy, pese al tamaño físico que incluye territorio boreal, existe fuerte brasilidad uniendo una diversidad notable: un hombre vecino a Venezuela y Guyana, el limítrofe con Perú y al gaucho, en frontera sur uruguayo-argentina.
Diferentemente, España no pudo dominar mediante sus ejércitos el ímpetu separatista criollo, terminando en la independencia de las repúblicas que formaron América.
En las formaciones de ambas sociedades, la gente, tipo de inmigración, instituciones, también otras diferencias son muy grandes: el idioma, el clima, la geografía, la música, el mestizaje, etc.
La historia también distancia mucho a las dos mayores extensiones en América del Sur, en especial los intereses personales o grupales de los líderes responsables que condujeron estos países, principalmente a partir del siglo XVII.
Verifiquemos como la disputa es muy antigua, ya desde las coronas-Metrópolis que dominaron a América; según Félix Luna: «(…) A pesar de que inspiraba rivalidades y competencias, Buenos Aires era, al mismo tiempo, una ciudad que tiene un notable poder de convocatoria, como lo muestra el enfrentamiento con Portugal. En 1680 se presentó en Colonia del Sacramento (frente a Buenos Aires, Río de la Plata por medio), una expedición portuguesa que fundó un establecimiento. Hacía pocos años que se habían separado las coronas de Portugal y de España. Portugal aspiraba a tener bajo su jurisdicción toda la parte sur de Brasil hasta el Río de la Plata (…)».
Podemos entender mejor a ese enfrentamiento apreciando al historiador José Rosa, en su libro La Guerra del Paraguay acota: «(…) La presencia de Rosas en Buenos Aires era en 1851 cuestión de vida o muerte para el Imperio. Rosas había logrado la unidad de la porción mayor del virreinato del Plata – disgregado a partir de 1811 por influencia brasileña; impedía el avance lusitano en las porciones definitivamente segregadas del trono común, como Paraguay y Uruguay (…).»
Es lógico que tantos desencuentros estatales y militares generasen animosidades entre ambos pueblos; casi natural percibir a esas divergencias, ocurridas a lo largo del tiempo y que fueron dejando fuertes secuelas que nos alejan, política y socialmente hablando.
Asimismo, debo resaltar el sentimiento fortísimo de rivalidad deportiva que nutre a ambas sociedades, no interesa aquí analizar dónde es mayor o menor. Como híbrido binacional que me considero puedo afirmar que quienes contribuyeron para que esto se estableciera fueron parte de las respectivas prensas, en especial las deportivas que funcionaron como combustible al fuego de las hinchadas. Los comentaristas tienen la mayor cuota de responsabilidad en estas desavenencias por incentivar al fanatismo que, desde el deporte o el fútbol, se transmite a otras áreas de relación.
Otra analogía que me resulta interesante para abordar es sobre sendas dictaduras. En la tierra del samba también hubo una gran dictadura, el triple de extensa que la última sucedida en Argentina.
En marzo se cumplirán 57 años de la caída del Presidente João Goulart. El ejército y las aristocracias carioca y paulista creían que “Jango” -como era llamado- se encaminaba al comunismo y eso le costó el cargo. En verdad sabemos que esta derrocada fue otra movida por la CIA en América Latina, independiente de quién estuviese en el sillón presidencial o el rumbo político que hubiera adoptado.
Los uniformados, continuando con el programa económico vigente desde la presidencia Juscelino Kubitschek, siguieron desarrollando la economía, principalmente en lo relacionado a fábricas e infraestructura. Es el período llamado Milagre Econômico donde no todo es brillo, hubo un altísimo costo social para que se convirtiese en el coloso industrial que es; seguramente se profundizaron aún más las diferencias entre ricos y pobres.
También hubo fuerte represión, secuestros, persecuciones políticas, falta de libertades individuales y desapariciones; entiendo haya sido menor de lo ocurrido en Argentina, no obstante, con la misma intensidad.
Fueron 21 años bajo dictadura, terminó en el 85 con la elección indirecta de Tancredo Neves. El mismo murió antes de asumir y ocupó su lugar el vice, José Sarney, iniciando el período de transición y apertura democrática. Lo sucedió Collor de Mello en 89 elegido directamente por el pueblo y renunciado ante un impeachment que lo sacara del sillón. Lo sucedió Itamar, Fernando Henríque, Lula, Dilma que fue destituida en su segundo gobierno, el vice Temer se desempeñó en funciones en la transición hasta las elecciones y luego Bolsonaro.
Listé los mandatarios resaltando la alternancia en Brasilia y a pesar de las dos destituciones presidenciales en apenas 30 años el país sigue adelante, las instituciones están por arriba de las personas que puedan ocupar su titularidad y la independencia de los poderes avala al sistema.
Es entendido al golpe de 64 como un golpe CÍVICO-MILITAR. Así se lo llama y me lo enseñaron en Universidad Federal, en Rio Grande do Sul, donde cursé la licenciatura. La élite civil en las canchas de golf, los yates, los lujosos clubes en Rio, Sao Paulo y Minas Gerais tuvieron tanta influencia como los cuarteles, en la implantación del gobierno de facto.
El notable ministro de economía Delfim Neto (67 a 74), luego embajador, asesor presidencial y diputado en varios períodos, sigue siendo hoy una figura prominente, un consultor, un profesor. Independientemente de haber hecho parte de un gobierno militar Delfim fue un profesional probo, aportó sus conocimientos al Estado en esos tiempos y también estuvo en la vereda de enfrente, en los gobiernos autoproclamados como socialistas, del Partido de los Trabajadores. Luego salió de la gestión, así de sencillo nada a criticarle.
Como mecanismo pacificador los brasileños interpretan a ese período difícil histórico de la dictadura militar como siendo de responsabilidad amplia social: los que participaron, los que se omitieron, los simpatizantes, la oposición, la guerrilla, los empresarios oportunistas; todos, no culpando a apenas algunos sectores.
Sigo afirmando que los revanchismos sobre funciones desempeñadas no llevan absolutamente a nada, lo que importa es si la persona fue correcta y ejerció un buen trabajo en su cargo.
Esto de la diferencia ideológica como segregador social es un flagelo en la historia de los países jóvenes, más en los que aún intentan desarrollarse algo.
Hay que hallar puntos en común para afianzar una construcción a futuro donde se busque la progresiva mejora social bajo la educación de los jóvenes y el afianzamiento fundamental del sistema republicano como desratizador de mezquindades e interminables ambiciones ilimitadas de gran parte de la clase gobernante.
Por: Lic. en Historia Guillermo Burgos | : @GABurgosOk | : @guillermoaburgos
Por: Redacción