
En la nada lenta transición del período paleolítico al neolítico (algo así de 2 mil años, como mínimo), el hombre fue dejando progresivamente de comportarse exclusivamente como un recolector cazador. Poco a poco comenzó a quedarse más tiempo, por temporadas, en locales donde encontraba suficiente alimento y agua. Sin duda fue la mujer quien trazó el derrotero a ser seguido, gracias a su conocimiento adquirido en campo sobre las raíces, frutas, semillas y plantas.
En esos locales empiezan a aparecer vestigios de su sedentarización y justamente allí, de alguna manera, inician sus manifestaciones de creencias y cultura. En ese aspecto la arqueología se vuelve fundamental para rehacer el modus vivendi de estas primeras sociedades ya agrupadas en número mayor.

Basado en lógica, cuando el alimento fue mayor también haya aumentado la longevidad de esos individuos; se presupone por análisis de vestigios óseos que una persona del anterior paleolítico viviese cerca de 30 años apenas. Por comparación de culturas abocadas a la caza y recolección, esos primitivos bandos simples tenían reducidos descendientes (4 o 5). Comprensible desde su nomadismo y de cargar todo el tiempo con sus pertenencias, incluidos a los hijos, tenían otro cuando el antecesor ya podía desplazarse solo.
Comienza el aumento de la población
En contrapartida y mucho después, estos otros grupos iniciaron la agricultura, desencadenaron la posterior explosión demográfica sucedida, aproximadamente la población se multiplicó por diez en algunos siglos. Como consecuencia favorable, una mayor mano de obra disponible en la basal actividad de abrir surcos en la tierra, sembrar y cosechar.
Este incipiente agricultor va a demarcar territorios, los mismos en los cuales él y su familia plantaban. Algunos investigadores de ese período atribuyen a esta apropiación la responsabilidad derivada en un ser mucho más agresivo. No significa que anteriormente no lo fuese, lo era, pero su instinto beligerante era dirigido a la supervivencia, a escaparse de la muerte. En muchas ocasiones las personas sedentarias eran colaboradoras con sus semejantes, la propia dificultad de obtener alimentos y seguir adelante, la hizo cooperadora.
Actualmente, en situaciones extremas, nos comportamos contribuyendo como ellos: en accidentes en la ruta, con un caído en la calle, un siniestro, alguien a pedir alimento, etc.
Vamos a la cuestión lógica: nadie se preocupa o enoja al ver a un sujeto arrancar dátiles de una palmera en una plaza pública; ahora bien, si esa palmera se encuentra en su casa, fue plantada y cuidada familiarmente y Ud. ve un individuo saltar el muro de su “propiedad” para obtener el fruto, es muy probable que las emociones generadas sean otras, en especial caso haya un garrote en la mano.
En esos tiempos, alrededor de 12 mil años atrás, cuando se empezó a practicar agricultura, la mujer continuó como jefe y orientadora de las cuestiones de frutas, semillas y plantas. Ella estaba en el campo haciendo esas actividades trayendo la comida a las nacientes aldeas o agrupaciones humanas. Mientras tanto, el hombre seguía siendo cazador y pescador (como lo sigue siendo aún hoy) y ya con la incumbencia de criar animales, empezando con los cachorros o la prole sobreviviente de animales mayores abatidos.
Brujos, adivinos, chamanes y magos
Los mayores, con alguna limitación física, invalidez o inaptos para la caza o lidia con animales, permanecían en la aldea realizando tareas domésticas y cuidando de las hornallas, fraguas o del fuego propiamente dicho. Esta gente va a ir ganando un espacio increíble en estos grupos humanos: el de brujo, adivino o mago, base sólida del posterior surgimiento religioso.
Si hoy visualizamos a singulares culturas en lugares remotos podemos apreciar la gran influencia de la magia, los rituales y los mitos tienen en los comportamientos grupales. Así resulta comprensible apreciar el lugar ocupado por estos miembros dedicados específicamente a estos hechos. La propia curandería surge naturalmente con el uso de hierbas o recursos del medio ambiente para llevar adelante las sanaciones o los rituales de pasaje.
Una vez agrupadas, sedentarias o prácticamente mantenidas en un local fijo, las personas tuvieron tiempo para pensar, idear, inventar (tanto la escritura como la metalurgia) mecanismos para vivir mejor y producir más.
Comprobadamente la escritura nació en la región llamada Creciente Fértil, comprendida entre los ríos Nilo (Egipto), Éufrates y Tigre (Irak) con la específica función de contar los excedentes agrícolas allí. No fue mítica ni de poesía, fue de contabilidad; podemos ver así que hace 6 mil años la práctica de la agricultura era central en la vida de esas ciudades autónomas organizadas en régimen de Estado.
El propio progreso metalúrgico aceleró a la práctica primaria, mejores arados y utensilios del campo fueron forjados para dar ventajas sin igual, vista en tiempos remotos, para la domesticación de la naturaleza. Sin embargo, los recursos de la fragua no se usaron únicamente para la tierra, asimismo toda la tecnología y parafernalia bélica se sofisticó en la Antigua Mesopotamia y Persia (Irán), inclusive previamente a la tierra de los faraones.

Creo que los dos últimos párrafos describen bien la ambición del ser humano para llegar a tales hechos y cómo ese sentimiento lo hará codicioso y, a la vez, con más necesidades y un acelerado crecimiento demográfico. Esta sociedad ya es muy parecida con nosotros, siempre movidos a interés, poder, prestigio o dinero.
Los lazos sociales en estas primeras urbes van dejando de ser familiares, conjuntamente los liderazgos también se modifican, pasando de patriarcados a organizaciones sofisticadas gobernadas en los templos.
Comportamientos antiguos que hoy perduran
Cerca de 4 mil años atrás, disfrutando de tecnología metalúrgica importante tales como, el dominio del hierro, los jefes religiosos empezaron a imprimir una suerte de leyes fuertes a ser cumplidas por las personas que viviesen a su amparo, son las conocidas Leyes del Talión. La misma tenía mucho de códigos consuetudinarios, no de legislaciones propiamente dichas; de cualquier manera, quien se sintiese ofendido o agraviado, recurría a ese expediente, con mano de hierro. Esbozos de esos comportamientos antiguos aún hoy se verifican en esas regiones, especialmente cuando se captura a alguien in fraganti en el delito y los fusilamientos públicos se realizan sin miramientos.
Si colocamos como fecha probable del inicio de la agricultura entre 10 a 12 mil años, dependiendo de la región del mundo, podemos entrever que en esta organización social agricultora de ciudades y Estados gobernantes somos muy nuevos, considerando al homo sapiens (inventor y creador), con un mínimo de 150 mil, en existencia.
La idea deseada a trasmitir es la disposición de tiempo para vivir mejores situaciones en el mundo. Analizando lo escrito antes, todavía tenemos mucho a hacer, nuestros antiguos quién sabe de alguna manera indirecta nos hayan orientado para actualmente, con nuestra capacidad intelectual, tecnología y conocimiento histórico, hagamos lo contrario a ellos: vayamos eliminando la ambición y desarmándonos.
Por: Lic. en Historia Guillermo A. Burgos | : GABurgosOk | : @guillermoaburgos
Por: Redacción