Buenos Aires. Cuando algunos de los pasajeros se embarcaron en el Artania en diciembre del año pasado, no imaginaron que regresar a Alemania les tomaría seis meses, después de haber vivido una pandemia, aislamientos, no poder bajar del barco y convivir con el virus a bordo. Finalmente, ocho pasajeros y 75 tripulantes pudieron llegar a su país de origen, cuando ya la industria de cruceros está viendo como volver al trabajo.
El calvario comenzó en Australia, ya que el Artania llegó al puerto de Fremantle a fines de marzo, cuando el mundo comenzaba a cerrarse, intentando contener la pandemia causada por el SARS-CoV-2. El barco llegó con más de mil pasajeros y pronto comenzaron a enfermarse por coronavirus pasajeros y tripulantes. Varios fueron trasladados a un hospital local y otros tantos puestos en cuarentena en tierra.
En el medio de la vorágine de medidas que los países iban tomando a medida que el covid-19 se iba esparciendo, el primer ministro de Australia Occidental, Mark McGowan, exigió que el Artania dejara el puerto. En tanto los tripulantes pidieron completar su cuarentena con el buque amarrado al muelle y también poder sanear su nave.
Cuando el crucero partió, dejó tras de sí 80 contagiados y cuatro fallecidos, lo hizo con ocho pasajeros y casi 400 tripulantes. La gran mayoría de sus pasajeros y algunos tripulantes pudieron regresar vía aérea a Alemania, mientras otros continuaron internados en Australia. Era el 17 de abril y todavía le faltaban varias singladuras al Artania para su arribo final.
En lugar de retornar directamente a Alemania, los operadores de la nave decidieron que primero llevarían a sus tripulantes a sus países de origen. Así que se dirigieron a Manila, Filipinas y luego a Malasia. Siguió un reabastecimiento en Sri Lanka, atravesaron el canal de Suez y por fin, directo a Alemania. Visitaron en su travesía de casi 170 días, 31 países y 64 puertos. El 8 de junio atracaron en el puerto de Bremerhaven, a unos 100 kilómetros de Hamburgo, donde iniciaron el periplo.
Fuente: worldwidewave.de
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