Es indiscutible para la ciencia que fuerzas revolucionarias moldearon a la mente humana y dieron forma a nuestra sicología y reacciones sociales, apoyándose en un tipo de vida basado en la recolección y la caza que, fue el modo de vivir del hombre, al menos durante algunos millares de años.
Hay estudios específicos muy profundos de comunidades que aún viven en sistema primitivo que ayudan a entender cómo el hombre fue lentamente formando sociedades y consolidando vínculos que dieron forma al tipo de vida moderna. El estudio de sociedades simples como la tribu brasileña Yanomami, de economía mixta, considerada como pueblo feroz, por ser la agresión un elemento cultural de esta etnia indígena que, la entiende como un mecanismo de defensa, muy probablemente surgido de la práctica agricultora y el consecuente cuidado de lo cultivado y su fruto.
Sobre el pasaje del período paleolítico (caza y recolección) para el neolítico (revolución agro pastoril) hay algunas opiniones divergentes. Mientras algunos autores atribuyen un tiempo considerable, algo así como 30 mil años, otros afirman haber sido un ciclo más corto, algo alrededor de 10 mil, antes del tiempo presente.
Las culturas vivas que actualmente mucho se estudian para poder realizar una comparación con el pasado son las tribus Kung San y G/ Wi, ambas africanas, dedicadas a la práctica de la caza y la recolección. Esta gente tiene un sistema de comunicación bien diferente del nuestro, usan el lenguaje del pequeño estallido palato – alveolar y estallido dental; consistentes en apretar la lengua contra la encía, en su parte superior o contra los dientes, el sonido obtenido es la comunicación pretendida.
La idea clásica que se tiene sobre estos bandos es que se manejan en grupos pequeños, las uniones conyugales son con miembros externos al bando donde la mujer pasa al grupo del marido. El concepto real obtenido de larga observación es que los grupos son más abiertos que lo que un lazo familiar presupone.
Probablemente la convivencia de territorio y alimentos traiga ventajas sociales y económicos y por ello la abertura a nuevos miembros o personas paralelas al grupo. Aun así, la unión del pueblo dentro del bando, entre ellos, es el parentesco, el comportamiento predominante que hace que el sistema funcione bien es el de la participación y cooperación en el seno de una familia, que es el motivo principal en la unión de esas personas.
El agua, o más bien la escasez de la misma, también traza comportamientos grupales. En épocas de lluvias aisladas, en la búsqueda de pozos temporarios la gente se agrupa. Del mismo modo estos cazadores no son llevados de un lugar a otro por hambre o privación, cambian sus campamentos regularmente para explotar otras reservas en lugares diversos, normalmente no muy lejanos.
Los flujos, congregaciones, provocan más contacto y una mayor socialización, siendo comprobado que este es un mecanismo social tendiente a diluir tensiones. Lo mismo sucede con el cambio de miembros en los bandos, si bien este factor ayuda a aumentar o disminuir el número de miembros del bando sin duda ayuda a “amigar” a los diferentes grupos que oscilan entre 35 a 40 personas.
Esta flexibilidad citada y juntar miel son esenciales para la estructura grupal de los cazadores. La caza en sí es práctica grupal, general, ya la práctica con arco y flecha es restricta. Un diez por ciento del bando hace uso hábil del arma.
Otro aspecto que la vida moderna nos trae como paralelo, y de manera errónea, es que como nosotros trabajamos mucho, pensamos que en tiempos remotos era peor. Bueno, veamos que estos grupos humanos trabajan entre 12 y 19 horas sí, pero por semana, manteniendo un referencial, los hombres cazan, en búsqueda de la carne mientras las mujeres recolectan legumbres, raíces y frutas. Estas culturas primitivas respetan a los ancianos, siendo muy valorados, garantizándoles el alimento y tratándolos con respeto.
En relación a la producción artística, ésta no es el fuerte de los bandos, no porque no tengan cultura, apenas debido a que su vida está direccionada a portar cosas y utensilios leves, fáciles de transportar. Las tradiciones, los mitos, el conocimiento, los cantos son llevados en la cabeza.
Otro aspecto interesante de apreciar en estas gentes es la prohibición universal del incesto, una costumbre social que contiene a un imperativo biológico. Se presupone que, ante los resultados del incesto, una gran probabilidad de problemas genéticos en el nacimiento, se fue optando por relaciones con personas alejadas del núcleo familiar.
La importancia de la carne tiene que ver con la excitación, expectativa de la llegada de los cazadores después de una temporada o jornada. Parecido con lo que sucede con nuestra cultura occidental, al regreso de algún viaje de nuestros progenitores, por ejemplo, se espera traigan regalos para quien permaneció esperándolos.
La distribución de la proteína obtenida mediante la caza no es igualitaria, será hecha de acuerdo a intereses, una cuidadosa división respetando línea de parentesco. Además, parte de lo conseguido el jefe lo reparte con los jefes de otros bandos vecinos, una señal clara de intención de mantenimiento de buenas relaciones y contribución. Así siendo, podemos afirmar que la carne se constituye en un fuerte lazo político, parte vital en el intercambio social y en la estructura política en los bandos paleolíticos nómades.
El rol de la mujer
Ya la mujer lleva a cabo la verdadera subsistencia de las personas, desde que alrededor del 70% de la alimentación proviene de la femenina recolección de legumbres, restando 30% al consumo de carne. Este alimento es sólo para la familia, sin cambios convenientes ni políticas de aliviar tensiones, como en la función masculina.
Hablando de género, tenemos que explicar cómo funciona en estas culturas el tema del casamiento. La poligamia es práctica común, aunque no se constituya en regla. Vamos a la lógica, un hombre con más habilidad física consigue más carne, así siendo, las mujeres pueden sentirse más amparadas y atraídas a estar con él. En el mismo sentido, un hombre que tiene varias mujeres, tiene seguramente una provisión de comida mayor, dada la labor del género opuesto. Los intereses y necesidades se complementan favoreciendo esa práctica, tan conflictiva en los días de hoy en nuestras dichas sociedades occidentales judeo-cristianas y monogámicas.
Ellas, como dije antes, traen más comida al bando formando así una estructura económica de recolección. La habilidad de información es indispensable desde el momento en que quien encuentra raíces o frutas, debe buscar ayuda porque no conseguirá juntar todas sola. Sociólogos y antropólogos afirman que la facilidad de comunicación de la mujer, su necesidad de hablar y discutir está fundamentada en esa mente, que formó a lo largo de siglos. Es común verlas siempre juntas, inclusive en tareas individuales, como la de ir al lavabo. Difícil de ver que un hombre le solicite a otro para ir al baño juntos.
El caso masculino es necesariamente diferente; para ser efectivos cazadores, los hombres no pueden formar una célula mayor que 2 o 3 personas, por el silencio demandado para no espantar a los animales buscados. Entendemos ahora por qué nosotros hombres somos de pocas palabras y en lo común no muy gregarios.
Sin pensar en el mañana
La economía mixta de caza y recolección es compleja, requiere mucha participación, pero posee escasa tecnología, la misma es controlada físicamente, por las manos de sus miembros que arrancan una legumbre, afilan una punta de flecha de piedra o elaboran utensilios simples. También se demanda una habilidad de información y de análisis mental para subsistir en ese régimen. Por ejemplo, para conocer las migraciones de los animales a ser abatidos o la maduración de las frutas y castañas a ser consumidas.
La mente rápida de ese hombre es inteligente, procesa viento, hora del día, época del año, la condición de la tierra en que pisa. La colaboración es muy importante en esta situación de ir adelante o claudicar, siendo una de las primeras manifestaciones humanas presentes hasta hoy, aunque parece que el proceso se revierte y cada vez notamos que se ayuda menos.
Otra particularidad en la supervivencia es la ausencia de ahorro, los recolectores no piensan en el mañana. Recordando que ellos circulan cerca de 30 kilómetros diarios es más sencillo de comprender: cualquier economía o ahorro de carne o frutas debería ser transportada por esas largas distancias, imposibilitando el hecho.
La descendencia
En este ritmo equilibrado de trabajo, placer y socialización hay espacio para pocos hijos, los tienen para mantener la población estable. Nos preguntamos cómo consiguen esto, del mismo modo que hoy algunas mujeres se comportan cuando se embarazan sin pretenderlo, abortan o aún más, las mujeres de estas culturas apelan al infanticidio cuando aprecian necesario.
El intervalo de concepción aceptada es de 4 o 5 años, en este período el hijo pequeño ya tiene capacidad de desplazarse solo, entonces, otro recién nacido podrá ser cargado en las espaldas por su madre. Si ella, por acaso, se embaraza nuevamente, utiliza los recursos drásticos antes explicados. De cualquier manera, el sexo es practicado en frecuencia bien menor de lo actual, es más sentido como necesidad de procreación y va de la mano de la pulsión. Sin duda este proceder es biológicamente comprometedor ya que los bandos son pequeños y hay poca genética disponible para cruzamientos.
Para amenizar los problemas derivados de consanguinidad los bandos tienen una premisa: las mujeres siempre casan con miembros de otros bandos, nunca del propio. Nuevamente allí se ve la importancia de la carne y de la política practicada por los cazadores. Las pretendientes son cambiadas por carne: una pata de jabalí por una mujer sana y hábil constituye un buen negocio en los cazadores de sistemas primitivos.
Entendiendo que somos descendientes de los mejores hombres de aquel sistema antiguo y podemos inferir que aún llevamos mucho de ellos. Si bien hoy las cosas son diferentes, más desarrolladas, también coexistimos en el mundo consumista; el interés permanece, aunque difícilmente un hombre se destacará apenas por su habilidad corporal o conseguirá buenos resultados con un jamón o una mujer con un panal de miel; es necesario mucho más: buenas ropas, empleo estable o profesión, una atractiva cuenta bancaria, un buen vehículo y prestigio social. Verificamos, para bien o para mal, que el ser humano no consigue abdicar de sus impulsos de cazador recolector por llevarlo en su genética, apenas le dio otra vestidura.
Por: Lic. en Historia Guillermo A. Burgos | : @GABurgosOk | : @guillermoaburgos
Por: Redacción