El desafiante desarrollo nuclear de Irán en particular los anuncios sobre la intención de enriquecer uranio al 60% dejan en evidencia que posee la capacidad tecnológica de producir material fisionable al 90% y obtener suficiente uranio para un arma nuclear.
En poco tiempo las centrifugas en operación podrían alcanzar un grado de purificación de uranio para uso militar. Esa grave circunstancia, junto a la capacidad misilística que dispone, plantea una amenaza preocupante en Medio Oriente como a la seguridad internacional.
En especial a Israel en virtud de las reiteradas amenazas de los líderes principales de Irán respecto a poner fin a la supervivencia del Estado israelí. Las transferencias de Teherán de misiles crucero a Siria y al Líbano, como la guerra marítima no declarada, destacan el propósito de mantener en alto nivel de confrontación militar con Israel.
Israel, por su parte, tampoco parece dispuesto a tolerar el riesgo que Irán sea el décimo país con armas nucleares. Una serie de ataques encubiertos a plantas nucleares como la de Natanz lo ponen de manifiesto. También el asesinato de Mohsen Fakhrizadesh, el principal científico del programa nuclear iraní. Ya en 1981 hubo acciones de represalia similares contra la planta de Osirak y en el 2007 a la planta nuclear siria de Deir al Zaur.
Estados Unidos, cuyo vínculo con Israel es histórico, está dispuesto a utilizar la información que Israel disponga sobre las actividades proliferantes de Irán, pero no más que eso. Un compromiso diplomático que no satisface las preocupaciones de seguridad israelíes.
En este marco las negociaciones en Viena para el reingreso de Estados Unidos al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, en su sigla en inglés) son particularmente complejas y sensibles. El acuerdo nuclear del 2015 tendiente resolver la crisis de proliferación horizontal, no debería dejar de reconocer las nuevas circunstancias tecnológicas iraníes.
Irán hoy posee una capacidad nuclear con incidencia militar mayor a la del 2015 incluso en el campo de misiles. Israel hace un punto central en esa cuestión además de insistir en la necesidad de que el JCPOA cubra toda posible vectorizacion de un artefacto nuclear.
Una mayor presencia incisiva de verificación del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) del programa nuclear iraní es también central, en virtud que Irán ha dejado de cumplir una serie de compromisos jurídico vinculantes e incluso ha adoptado medidas contrarias a la letra del acuerdo del 2015.
Tal es el caso del aumento del enriquecimiento de uranio más allá del límite autorizado, sobrepasó la cantidad de almacenamiento de esa producción y multiplicó el número de centrifugas (incluso las características técnicas permitidas) que acelera en más de un 50% la capacidad de generar una calidad de uranio enriquecido con potencial peligro proliferante. Las series de 30 nuevas centrifugas IR6, es un ejemplo.
Es urgente que Teherán vuelva al pleno respeto de las obligaciones contraídas en el JCPOA y acepte los estándares de verificación del OIEA. El acuerdo del 2015 prevé un régimen de transparencia reforzado que permite al OIEA acceso fuera de las actividades nucleares declaradas cuando se sospecha que se están adoptando medidas ligadas al ciclo de combustible nuclear (uranio enriquecido y plutonio).
Es de esperar que las negociaciones en Viena logren restablecer la efectividad actualizada del acuerdo de no proliferación de armas nucleares del 2015 que, hasta el momento, es el único instrumento para limitar un programa nuclear que por su alcance tiene el claro potencial de superar propósitos con fines pacíficos.
Diplomático de carrera, ex Vicecanciller.