Entre fines del año 1985 e inicio de 1987, aún vistiendo uniforme gris de la Marina de Guerra tuve la suerte de desempeñarme en la escuadrilla de antiminado, compuesta por 4 barreminas y 2 cazaminas (con sonar disponible). Buques muy marineros probados en diferentes mares del mundo, en diversos temporales y que también funcionaron – pareciendo ad hoc -como verdaderas escuelas, forjando a muchos marinos y brindando sus primeros zarpes.
Una vez graduado, había solicitado como primer destino embarcarme en esas unidades específicamente porque las definían como ideales para ganar experiencia amplia a bordo (se hacía de todo) y tener la posibilidad de pasar muchos días en el Atlántico. Ese conocimiento necesario que debe sumarse participando de las maniobras en cubierta, no solo en popa en los ejercicios de captura de minas y sí también en muelle y la práctica de las navegaciones costera y de altura.
Al ser un barco con tripulación reducida (34 en total) y apenas 5 oficiales, necesariamente la guardia de puente uno las realizaba solo con la responsabilidad que eso implicaba, en mi caso era de las cuatro de la tarde a las ocho y el mismo turno en la madrugada. Horario que hacía posible presenciar innumerables ponientes y amaneceres, de las imágenes más hermosas que el personal embarcado pueda haber apreciado.
El barreminas al cual fui destinado fue el A.R.A. Río Negro (M-2), incorporado a la Fuerza en 1968. Era de la clase TON inglesa, construido en el sur de la isla en el astillero Doig y había servido bajo bandera del Reino Unido por 12 años, con el nombre H.M.S. Tarlton (M1186), en homenaje a una pequeña villa en Gloucestershire. Esa clase de construcción de bajo tonelaje (440) y calado (2,5 m) posibilitaba el combate a las minas costeras y de accesos portuarios fue diseñada a posteriori de la 2ª Guerra Mundial.
En ese período pos guerra de los años 50 y con lo aprendido en el reciente conflicto global se incorporó en toda su estructura el uso de aluminio, otros materiales no ferromagnéticos y la madera, con casco en doble capa de tablones de caoba y cubierta de teca, con el propósito de no hacer explotar a las minas magnéticas, de presión o de contacto con su paso o aproximación.
Anualmente el buque atracaba unos meses en el puerto de Buenos Aires, recorriendo diariamente en el Río de la Plata, sobre el canal Mitre, desde el kilómetro 12 hasta la desembocadura del río Paraná de las Palmas, además de la zona de los canales Norte – Sur, Intermedio, Martín García y el propio canal de acceso a las dársenas. Evoluciones de todo tipo, ejercicios de hombre al agua, aproximaciones y zafarranchos de incendio o abandono eran el foco de las actividades.
Las singladuras eran destinadas a las prácticas de los embarcados, pudiendo ser cadetes y aspirantes de los centros de instrucción naval o invitados ocasionalmente, como lo fueron miembros del Senado y Cámara de Diputados de la Nación en esa ocasión, dado que hacía poco tiempo que había retornado el sistema democrático y esa integración social se consideraba necesaria, entre civiles y militares.
Había también en el desplazamiento temporal de la escuadrilla hacia el Río de la Plata un propósito muy importante a destacar. Como cité antes, y por razones estratégicas contra el magnetismo, el casco era de madera y así siendo vulnerable al ataque de un molusco xilófago (comedor de madera) con aspecto de gusano, llamado teredo (Teredo navalis) que se adhería al mismo y progresivamente devoraba el pantoque del barco. La permanencia en agua dulce mataba a estos organismos minimizando el impacto de los meses en agua salada, donde habitualmente permanecían, con asiento en la Base Naval Puerto Belgrano.
El ejercicio diario de navegar en esta zona me dejó la enseñanza de prestar atención especial cuando se timonea en esta situación de tanto tráfico marítimo, proveniente de la Hidrovía Paraná-Paraguay y el cruce incesante a la margen oriental, a la ciudad de Montevideo o en cualquier lugar del mundo donde haya aguas restringidas o someras, canales, pasos, boyados, presencia de rocas, bajofondos o islotes.
A bordo era el jefe de artillería y junto con el condestable (suboficial artillero más antiguo) teníamos a cargo el armamento principal, constituido en un cañón antiaéreo automático Breda Boffors de 40 mm y armas livianas para la protección en muelle. Del mismo modo cubría el cargo de navegación, en el cual en contacto directo con el contramaestre (suboficial de mar con más jerarquía) llevábamos adelante todo lo referido al equipamiento a bordo y el amarre.
Además de las responsabilidades en el turno de guardia donde éramos apenas tres a realizarlas, dado que el comandante y el segundo no hacían la misma, también tenía la tarea de llevar adelante todos los servicios a bordo, el avituallamiento, la cocina, etc. Cuando en ejercicio de antiminado cubría puestos en popa con el 2do comandante, en el despliegue del sistema de barrido Oropesa que, en lo común, era realizado por los cuatro de la misma clase M (minesweeper, barredor de minas en inglés).
Tuve productivas experiencias en el barreminas Río Negro, allí hice mis primeras derrotas a cargo en el puente, a la madrugada, teniendo bajo mi responsabilidad una treintena de almas durmiendo que confiaban en mi capacitación. La conducción del personal es tan importante como mantener un rumbo, entendiendo que la vida del marino y el éxito de la Aventura Marítima es un trabajo en equipo donde, desde el comandante al marinero más moderno, todos aportan con su trabajo y vocación.
Este noble bajel en sus últimos años fue destinado a la formación de tripulaciones, la vida embarcado y a mantener vigente el conocimiento de la maniobra de barrido de minas, en el aguardo de otra unidad más moderna que llegase a relevarla en el límite de su vida útil. Aún en muy buen estado de preservación fue desguazado en la década del 90 y nunca más llegó uno de la misma clase.
En algún lugar importante de mi memoria y de mi corazón, junto a todos los barcos en los cuales estuve, el barreminas A.R.A. Río Negro sigue navegando gallardo con su pabellón celeste y blanco, como lo hacía cuando yo era un joven guardiamarina y lo creía el mejor buque del mundo, trayéndome a las aguas seguras del Buen Puerto.
Por: Cap. Guillermo A. Burgos | : @GABurgosOk | : @guillermoaburgos
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