
En agosto de 2023, la danesa Maersk fue sancionada con 10 millones de coronas (unos 1,3 millones de euros) por no notificar adecuadamente la adquisición de Pilot Air Freight Holdings a través de su subsidiaria Damco USA. Si bien la operación fue aprobada por las autoridades estadounidenses, el grupo omitió presentar la solicitud correspondiente ante el organismo de competencia de Dinamarca.
El detalle singular: fue la propia Maersk quien denunció el incumplimiento al percatarse del error. No obstante, la justicia local resolvió que la autodenuncia no eximía de la sanción. El incidente expone un fenómeno recurrente entre los grandes conglomerados logísticos: la dificultad de sincronizar operaciones internacionales con regulaciones locales cada vez más exigentes.
Fragmentación normativa: el talón de Aquiles del liderazgo global
Con presencia en más de 130 países y operaciones que abarcan transporte marítimo, logística terrestre, almacenamiento y soluciones digitales, Maersk debe cumplir simultáneamente con normativas fiscales, medioambientales, aduaneras y de competencia, que varían drásticamente de un país a otro.
Errores como el ocurrido en Dinamarca, aunque involuntarios, pueden traducirse en:
- Demoras en integraciones clave
- Pérdida de reputación institucional
- Necesidad de contar con equipos jurídicos altamente especializados por jurisdicción
Tecnologías limpias, presiones geopolíticas y compliance fiscal
Además de las normativas corporativas, Maersk debe adaptarse a regulaciones como el sistema europeo de comercio de emisiones (ETS) y los índices de eficiencia energética de la OMI, que exigen inversiones en combustibles alternativos y rediseños de flota.
Por si fuera poco, los conflictos en el Mar Rojo, las sanciones comerciales y la volatilidad geopolítica exigen una constante adaptación de rutas, seguros y contratos.
Conclusión: ¿líderes logísticos o equilibristas normativos?
El caso Maersk demuestra que incluso los referentes globales pueden tropezar con un entorno regulatorio hipersegmentado. La multicanalidad legal —en lo fiscal, ambiental y comercial— ya no es un reto opcional, sino una dimensión estructural de la operación logística moderna.
En un sector cada vez más expuesto al escrutinio público y gubernamental, el cumplimiento normativo deja de ser un “asunto legal” para convertirse en un eje estratégico que define la capacidad de crecer, innovar y liderar sin quedar atrapado en su propia escala.
Director en Confluencia