
El 3 de julio de 2025, un misil ruso impactó en la terminal portuaria de Odesa y mató a dos trabajadores civiles: un estibador y un conductor de camión. Otros seis resultaron heridos, entre ellos dos tripulantes sirios de un buque mercante que operaba bajo bandera de Santo Tomé y Príncipe. El ataque se produjo en plena jornada laboral, en una zona sin objetivos militares visibles, y afectó directamente al área de descarga de carga metálica. Las autoridades locales calificaron el hecho como “un crimen de guerra y una agresión deliberada contra infraestructura civil esencial.”
Las explosiones dañaron grúas, depósitos, contenedores y vehículos, profundizando el colapso operativo del puerto. Apenas horas antes, un dron Shahed había golpeado una zona residencial en la misma ciudad, hiriendo a seis personas, entre ellas dos niños. En medio de esta escalada, Ucrania renovó su reclamo ante la comunidad internacional por una respuesta firme que detenga el asedio. “No hay espacio para la indiferencia cuando los puertos se transforman en campos de batalla,” declaró el vicecanciller Andrii Sybiha.
El ataque al puerto de Odesa —pieza clave del comercio ucraniano— revive la preocupación por la navegación en el Mar Negro. La persistente amenaza de bombardeos, minas flotantes y bloqueos disuasorios convierte cada travesía en una apuesta de alto riesgo para buques comerciales y tripulaciones internacionales. “Navegar ya no es sinónimo de transporte seguro, sino de una exposición constante a la guerra,” advirtió un portavoz del Ministerio de Infraestructura.
Por: Redacción