
Buenos Aires. Mientras Europa acelera su carrera por capturar y enterrar carbono, Noruega consolida su papel como el principal pulmón geológico del continente. La plataforma continental noruega se transforma en infraestructura crítica para la transición energética, con inversiones millonarias y acuerdos interestatales que marcan un cambio de era en la estrategia climática europea.
Más allá de los fiordos y del gas, el país nórdico reconfigura su liderazgo energético con una propuesta igual de audaz: convertirse en destino final del CO₂ industrial capturado en otras latitudes. El acuerdo firmado con Francia en junio de 2025 es solo el inicio de una red que ya integra a Alemania, Países Bajos, Bélgica y Dinamarca, apuntalada por proyectos como Northern Lights y Longship, con inversiones estimadas en más de 1.300 millones de euros solo en su primera fase.
Principales proyectos, etapas e inversiones
El corazón de esta infraestructura climática se encuentra en proyectos como Northern Lights, que con una inversión estimada de 1.300 millones de euros prevé su fase inicial entre 2024 y 2026, liderado por Equinor, Shell y TotalEnergies. A ello se suma Longship, una iniciativa noruega más ambiciosa financiada en parte por el Estado, que se extiende desde 2021 hasta 2027, y que involucra actores como Norcem y Fortum Oslo. El reciente acuerdo entre Noruega y Francia, firmado en junio de 2025, se encamina a implementar el transporte transfronterizo de CO₂ entre 2026 y 2028, aunque su volumen de inversión aún no ha sido revelado. Paralelamente, se negocia la incorporación de otros países como Alemania, Países Bajos, Bélgica y Dinamarca a esta red de captura y almacenamiento subterráneo, configurando una plataforma energética regional con una proyección más allá de la presente década.
Noruega como nodo geopolítico del carbono
El fondo marino noruego, anteriormente asociado con las reservas de gas, se redefine como un activo geoestratégico. Con más de 70 ubicaciones potenciales de almacenamiento aprobadas, el país ofrece no solo una solución técnica sino también regulatoria: Noruega fue pionera en crear un marco legal robusto y exportable para el transporte y la inyección de CO₂, compatible con las normativas de la UE y el Protocolo de Londres.
¿Una hoja de ruta posible para América Latina?
Aunque los niveles de emisiones y la infraestructura disponible difieren, la experiencia noruega abre interrogantes estratégicos para América Latina. En el caso argentino, zonas como el Golfo San Jorge y la cuenca Neuquina ya están siendo evaluadas por iniciativas como Disco2Store o estudios impulsados por Y-TEC e IAPG, que analizan el uso de yacimientos agotados y acuíferos salinos para almacenar carbono. Inspirados en proyectos como Northern Lights, estos desarrollos buscan adaptar el conocimiento europeo a las condiciones locales. Si bien el desafío es enorme, no lo es menos la oportunidad: aprovechar el subsuelo como parte activa de la solución climática regional.
Por: Redacción