
La llegada del Papa Francisco al Vaticano sin duda ha puesto a su Orden, la Jesuítica, en el lugar de destaque más encumbrado en toda su historia. A partir de ese hecho los historiadores han salido al revisionismo, a investigar más profundamente, desde otras ópticas y con documentación primaria, a esta fascinante rama religiosa cristiana, dedicada desde su génesis a la catequesis y a la evangelización.
Hace muchos años vi la excelente película La Misión, largometraje británico que tiene como guión al tratado de Madrid de 1750 (1) (2) y varios hechos históricos, en el cual se solucionó la puja por la Colonia del Sacramento (3), en las márgenes del Río de la Plata y una disputa antigua entre las monarquías absolutas europeas (4) y el poder de la Iglesia católica, en ese tiempo apoyado en la Compañía de Jesús (5).

Es necesario dedicarle tiempo de lectura a las Misiones Jesuíticas, tuve la oportunidad de participar en seminarios y he cursado materias optativas en Universidad Federal brasileña de la mano de profesores doctores en la materia y puedo afirmar que la temática es cautivante. Lógico, para esto no se debe caer en anacronismos y analizar a los religiosos con la lupa del pos modernismo que vivimos.
Más adelante me atreveré a escribir sobre el entorno de las mismas, funcionamiento e importancia para América en poco más de 200 años de su operación, en una región que abarca principalmente territorio paraguayo, argentino y brasileño.
En este espacio hoy pretendo abordar a la Orden Religiosa en sí, a los religiosos, a los padres jesuitas que se desempeñaron en esta tierra que les fue muy desafiadora, hostil, pero, de cualquier manera, muy fértil.
Es sabido que la Orden Jesuita vendrá al Nuevo Mundo como consecuencia de la llamada Reforma Católica, intentando de alguna manera minimizar el crecimiento de los protestantes, que iban ocupando un lugar fundamental entre la burguesía europea, principalmente en el norte de Europa. Digamos de manera práctica, donde se encontraba la clase pudiente, donde estaba el dinero en ese momento.
La Protesta Luterana contemplaba las actividades bancarias y comerciales, sin prejuicios; por este motivo muchos de los prósperos comerciantes de los Países Bajos (Francia, Luxemburgo, Bélgica y Holanda) abrazaba la nueva vertiente religiosa que los amparaba bajo el nombre que cada país le dio: luteranismo, anglicanismo o calvinismo.
De esa manera, como medida fundamental para recuperar terreno perdido, es creada la Compañía de Jesús, por Ignacio de Loyola, con el objetivo de divulgar el catolicismo, principalmente por medio de la educación. Catequesis y evangelización serían las medidas primordiales para esa nueva Orden, en el siglo XVI.
Los jesuitas fueron los primeros a ocupar las tierras del sur brasileño, llegados vía Asunción del Paraguay, desde 1626. El 1º a llegar se llamaba Roque González de Santa Cruz. Era criollo, nacido en Paraguay, hijo de español con india.
Estos padres tenían como objetivo pacificar y catequizar a los gentíos, como eran llamados los autóctonos de la región misionera. Tarea compleja a desarrollar y que es mostrada en la excelente película La Misión, con Jeremy Irons y Robert de Niro como actores principales, filmada en Argentina, hace algunos años.

Muchos sacerdotes murieron en las manos de los guaraníes, tribu bastante agresiva y que fue ocupando, mediante guerras, casi todo el litoral y centro de Sudamérica.
El accionar Jesuita en Brasil contempló dos momentos diferentes: 1º, fundación de Reducciones, de 1626 a 1640. Las mismas fueron intentos de atraer indios a construcciones erguidos cerca de las aldeas nativas, para convertirlas a la fe católica. 2º, con una pretensión mucho mayor, verificamos la construcción de Misiones, de 1682 a 1801, construyendo verdaderos Pueblos en espacio geográfico estratégico para la defensa y ocupación territorial en las disputas imperiales, lusa e hispánica.
Las Misiones se iniciaban con la construcción de una iglesia en una plaza, las casas de los padres, los talleres, el colegio y las habitaciones de los indios. Después se anexaba la administración local, al lado, o enfrentado al monumento eclesiástico. Tal es así, que muchas se transformaron en pequeñas villas y posteriormente convirtiéndose en ciudades que mantuvieron esas características. Quien proviene de ciudad chica, como yo, sabe a lo que estoy refiriéndome.
En las proximidades de esa urbanización mencionada había práctica agricultora y se engordaban animales, para el sustento de la gente que allí vivía. Los guaraníes plantaban yerba mate y desenvolvían con perfección algunas profesiones: carpintería, herrería, albañilería (fueron ellos que construyeron los magníficos edificios) y fabricantes de violines, violoncelos y otros instrumentos musicales.
La fase misionera fue cambiando a la cultura guaraní, introduciendo en la misma a la religiosidad cristiana, imponiéndoles nueva creencia y forma de vivir. Evidentemente, los principales aspectos modificados fueron la poligamia y el politeísmo. En verdad, estos amerindios en cuestión eran panteístas, creían en la intervención de los dioses de la naturaleza, como la cascada, las nubes, el viento, los ríos, etc.
En el extremo sur de Brasil, la Orden de Jesús llegó a montar 33 de estas instituciones, en diferentes grados de intervención. Restaron los 7 Pueblos donde los indios se establecían en las citadas Misiones Jesuíticas y mediante las mismas fue abierta la navegación en los ríos de la región (antes imposibilitada por el permanente ataque indígena), pues los monjes precisaban de medios de transporte rápidos, que les permitieran expandir la catequesis a más etnias indígenas, en otros locales.
Las decisiones superiores de la Compañía se tomaban en Europa y llegaban aquí como órdenes, las cuales debían ser cumplidas a rigor por los pueblos guaraníes que vivían con los jesuitas, sometiéndose por completo a la Corona (España) y a la Iglesia (Vaticano).

Con el tiempo los jesuitas fueron tomando su propio rumbo. Es entendible, ni la Corona ni el Vaticano acá se encontraban para saber la realidad meridional. Muy de vez en cuando llegaba algún representante real o papal que se solidarizaba con la realidad jesuítica, pero poco podía modificar al volver a Europa.
Los padres comenzaron a ser considerados perjudiciales a la sociedad colonial americana en la cual estaban insertados; pues entraban seguidamente en enfrentamiento con los colonos que pretendían aprovecharse de la mano de obra indígena. Asimismo, habían acumulado riquezas y poseían poder político en la Colonia.
Además, se temía que formasen un reinado paralelo o un Imperio Cristiano, es decir, un reino independiente de la Metrópolis. Empezaron a ser severamente criticados por Roma. En teoría, no cumplían los designios religiosos ni llevaban adelante el catolicismo ortodoxo pretendido por el Papa.
Creo que no es difícil entender por qué sucedía esto. El formalismo social en América fue básicamente jesuita. Eran llamados de letrados y eran poseedores de los primeros registros (no civiles) de todas las actividades desarrolladas. Todo en esta nueva sociedad americana era regido y registrado por los Jesuitas. Es necesario entender que El Nuevo Mundo no era el Viejo, y que aquí se generó un proceso de absorción cultural, tal vez el más importante sucedido en la humanidad.
Aquí había prácticas antropofágicas, donde los indios en ritual, comían partes de algún semejante, preso de guerra. Los españoles que vinieron a explotar estas tierras y tenían a muchos indios sobre su supervisión sabían y permitían esta práctica. Al final precisaban de la buena y barata mano de obra del indio, ¿por qué contrariarlos?
Los mismos inversores hispánicos terminaban teniendo hijos bastardos, tanto con negras africanas como indias, generando el fantástico mestizaje americano que hoy vemos en las calles de cualquier país de nuestro continente.
Los jesuitas sabían de todo lo que ocurría de anormal, de ilegal y reprensible por la Iglesia. Eran conscientes del concubinato, aceptaban que los estancieros comprasen jovencitas blancas llegadas de Europa, a modo de remate. Presenciaban a estos mismos propietarios europeos esclavizar al indio o al negro, matarlo o torturarlo, todo en nombre de la producción. Aun así, les daban la comunión y toleraban estas prácticas, abrían las puertas de sus iglesias a toda esta gente “pecadora”, algo incomprensible para los religiosos en Europa.
Todo ello hizo con que la orden fuese expulsada de Iberia, y aquí en América siendo obligada a abandonar las Misiones que terminaron en ruinas, después del Tratado de Madrid y la Guerra Guaranítica, convenientes a los imperios ibéricos, al final del siglo XVIII.
Con todos los aspectos controvertidos a considerar en el estudio jesuita, creo ser justo analizar aquí algo notable. Sin duda, los jesuitas fueron importantísimos en el proceso mercantil-colonial americano: fueron responsables por la fusión de dos culturas extremadamente diferentes. Tarea ardua sin igual; ese trabajo hercúleo dio las bases a las sociedades que nutren nuestros países, pueblo que se define en alto porcentaje como católico, aun cuando vemos en sus facciones fuertes trazos indígenas. Nos guste o no, vivimos en una sociedad judío-cristiana, y es justamente ese cristianismo que los “hombres de sotana negra” nos legaron.
Notas:
Por: Lic. en Historia Guillermo Burgos | : @GABurgosOk | : @guillermoaburgos
Por: Redacción