Buenos Aires. Los océanos brindan sustento a 3.000 mil millones de personas, absorben el 30% del dióxido de carbono que genera el ser humano, regulan el clima mundial, son vitales para el comercio y el transporte, sus recursos marinos y costeros, y su industria se estima que es el 5 % del PIB mundial. Pero en lugar de cuidarlos como las joyas que son, los contaminamos y sobreexplotamos.
Vivimos rodeados de mares, de hecho, cubren las tres cuartas partes de la Tierra. Pero el hombre se las ingenió para colocarlos en una situación de extrema fragilidad. Es sabido que la avidez por los recursos naturales incrementó la presión sobre los océanos. Y aunque se han tomado algunas medidas para disminuir nuestra huella en ellos, han sido medidas parciales, no sistémicas y sin efecto global.
La industria de la pesca en el mar emplea directa o indirectamente más de 200 millones de personas. Los subsidios a la pesca aceleraron el agotamiento de varias especies y además no las dejan recuperar. Hoy la pesca genera 50.000 mil millones de dólares menos de lo que podría. Además, vastos sectores de mar abierto muestran un incremento cercano al 30% en su acidez, el máximo desde el comienzo de la Revolución Industrial.
Las aguas costeras se están deteriorando debido a la contaminación y la eutrofización (acumulación de residuos orgánicos en el litoral marino). En suma, la mayor parte de la contaminación que sufren los mares provienen de las propias actividades en el mar: extracción y producción de recursos naturales (gas, petróleo, pescado, etc.), la contaminación generada en la tierra por los fertilizantes agrícolas (fósforo y nitrógeno, en el mar se transforman en nutrientes), productos químicos industriales, las aguas residuales (domésticas, urbanas o industriales), las artes de pesca descartadas (redes), los plásticos (por cada kilómetro cuadrado de océano hay un promedio de 13.000 trozos de desechos plásticos), o microplásticos (que los peces confunden con alimento y estos pueden terminar siendo parte de nuestra cadena alimenticia), etc.
Intentos dispersos que no terminan de ser globales
Dando por entendida la importancia ecológica, económica y social de los mares, porque ellos son nuestro capital, es necesario e imprescindible su protección y adecuada explotación. Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el objetivo 14 “Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible”, es el rumbo que todos los países deberían seguir, a pesar de que las asimetrías económicas entre las naciones tornan todo más complejo.
Uno de los temas planteados en el ODS 14, son las áreas marinas protegidas. Las que deberían ser administradas de manera eficaz, para que se reduzca la sobrepesca, la contaminación y la acidificación de los océanos. La única forma de poder cumplir con bajar la sobrepesca es controlando nuestro enorme y riquísimo litoral marítimo. Hecho impracticable en la Argentina, cuando por cada embarcación que patrulla, hay centenares de pesqueros operando, en un enorme porcentaje ilegales. Aquí una de las formas de igualar las asimetrías, sería que las naciones desarrolladas reduzcan los subsidios a la pesca, para que países como el nuestro no necesiten invertir sumas gigantes en la adquisición de embarcaciones de control, y así se podría invertir más en contaminar menos.
Sin un compromiso de los Estados para un accionar integrado en los temas del mar, el futuro de los mismos será ominoso. El establecimiento de sinergias globales en favor de la proyección y seguridad de los océanos, es clave. Porque como lo dijera el historiador naval inglés Geoffrey Till “el mar es el centro de la prosperidad y seguridad de todas las naciones”, y no debe ser el marco de una guerra comercial entre ellas.
La Unión Europea avanzó con la adopción de diversas medidas y abordajes sobre temas arduos de implementar (la economía circular, el paquete sobre clima y energía, y la estrategia de bajas emisiones de carbono). Aun así, la utilización de sus mares no es sostenible. Y de nada les serviría que solo sus mares fuesen “sanos y productivos”, cuando en el resto del globo no lo son. La economía azul en el mediano plazo, depende de la solidaridad y el compromiso de los que más tienen. Porque en este tema (como en tantos otros), estamos todos en el mismo barco, y no importa demasiado si hace agua en proa o popa, ya que igual nos vamos a hundir.
Fuente: un.org, eea.europa.eu y undp.org
Por Luis Burgos | Twitter: @chichongo
Por: Redacción