Bahía Blanca. Nació en la lejana Argentina de 1918, una nación sin coronavirus, pero con la incipiente llegada de la gripe española. El tramo actual de su largo camino la volvió a encontrar con una pandemia. Paradojas de la vida, “…igualmente, no me acuerdo de la gripe española porque era muy pequeña…” nos comenta.
María Enriqueta Marqués. Queta. Queta Puente. Teté… Distintos nombres que fue adquiriendo a lo largo de su vida y que también fueron definiéndola en distintos roles.
María Enriqueta Marqués nació en Bahía Blanca el 24 de abril de 1918. Su padre Enrique fue un inmigrante catalán que, a base de esfuerzo y trabajo, logró una estable posición económica para su familia. Llegó en barco a Argentina a trabajar en una fábrica de jabones y fue haciendo su propio camino. Ese hombre que supo compartir veladas con Carlos Gardel, llegó a ser el propietario de la primera sala de cine de Ingeniero White. Queta señala que “en aquel tiempo era la única sala de cine en ingeniero White”.
Queta transcurrió su infancia en Bahía Blanca junto a sus padres y su hermana Blanca con breves lapsos en General Lamadrid y Olavarría. Curiosa y decidida a los 17 años partió a Buenos Aires a estudiar “farmacia” en la UBA.
Si por esa época eran pocas las personas en condiciones (económicas, intelectuales y sociales) de ingresar a una carrera universitaria, mucho menos lo eran las mujeres. Pero allí fue ella con sus ojos color cielo y su tenacidad como bandera, dispuesta a perseguir su futuro. Como dato de color, ella nos cuenta que “Fuimos a la Capital a estudiar junto a “Chinga” Buratovich, la hija del Mayor Buratovich…”
Queta estuvo presente en la inauguración del Obelisco y solía ir al teatro o tertulias con sus primos y tías “porteñas”: “La familia de mi padre afincada en Capital era muy numerosa, tenían por costumbre reunirse en la casa del Tío Paco y se hacían comidas que hasta incluían bailes…” relata.
En el verano de 1936 volvió en vacaciones a Bahía Blanca, contrajo apendicitis y debió ser operada de urgencia. En el transcurso de su internación una enfermera distraída quemó sus pies al ponerle encima una bolsa de agua caliente sin protección. Esa quemadura terminaría marcando un punto de inflexión en su vida. Por las heridas provocadas debió permanecer meses en una cama imposibilitando de esa forma, su retorno a Buenos Aires.
Instalada en la casa de sus padres y sin poder moverse, comenzó a visitarla un joven funcionario del Banco Hipotecario de nombre Víctor que conoció por aquellos días. Era un hombre oriundo de Banfield que se encontraba trabajando en la ciudad cumpliendo funciones de inspector rural del banco. Nos cuenta que solía ir a verla a la casa mientras se encontraba en cama “con la correspondiente autorización de mis padres”.
Con el paso de los meses la relación se fue afianzando y el vínculo se transformó en el matrimonio que fue celebrado en la Catedral de Bahía Blanca en 1938.
Así llegó Queta Puente.
Queta y Víctor tuvieron tres hijos varones. Los tres abogados. Los tres viviendo en ciudades distintas, aunque los tres muy apegados a su familia y a sus padres. Eduardo (el mayor) fue el único que se radicó en Bahía Blanca y desde hace más de 40 años (ahora interrumpido por la cuarentena) almuerza casi cotidianamente con su mamá.
Hasta hace poco tiempo, era ella quien cocinaba y lo esperaba con la comida hecha y servida. “Ahora me cuesta cocinar y lo está haciendo Lidia (la señora que la ayuda en su casa) antes de retirarse del trabajo” pareciera lamentarse Queta.
Julio (“Bocha” para la familia) es el segundo hijo. Radicado en la ciudad de Posadas desde hace más de 45 años se sube a su auto o toma algún avión cada vez que tiene la oportunidad para venir a “tomar la teta”, tal como le gusta aún decirlo. Mario, el benjamín, quien también partió a La Plata a estudiar derecho, formó allí su familia, aunque viene una vez al mes a ver a su mamá y no falta a todos los eventos importantes.
El querido teatro municipal
Queta Puente dedicó su vida a su familia y al trabajo social. Tal es así que desde el año 1978 -y durante los 40 años posteriores- fue dedicada colaboradora (junto con otras mujeres) en la conservación y el mantenimiento del Teatro Municipal. Las mujeres del “Circulo femenino 11 de abril”.
Allí, entre telones y butacas, se sentaban a discutir precios y entrevistar proveedores para que el querido teatro local siempre esté impecable. Nos relata: “Fue un trabajo muy arduo al principio porque el teatro estaba muy deteriorado. Nosotras nos ocupábamos de todo y hasta cocíamos las telas y tapizados. Pudimos generar nuestros propios ingresos mediante el quiosco y hasta hoy intentamos aportar nuestra experiencia.”
Y agrega: “Al principio éramos muchas, pero con el paso del tiempo fuimos perdiendo nuestras amigas y hoy ya sólo quedamos seis o siete. ¡Por supuesto que la de mayor edad siempre soy yo… je!”
¿Quién no recuerda a las señoras que atendían el quiosco del teatro? Una de ellas era Queta, quien con más de 90 años todavía lo atendía personalmente junto a sus compañeras.
Con la llegada de sus nietos llegó “Teté”, sobrenombre impuesto por alguno de ellos y extendido a toda la familia. Pero Teté no es una abuela de batón y aroma a cocina.
Teté está siempre maquillada, perfumada y ataviada de bijouterie. Teté es una abuela “piola y canchera” que charla con sus nietos con confianza y se mantiene absolutamente actualizada para cualquier tema de conversación.
Amiga de sus nietos, Teté abandonó prejuicios dentro del “placard” para poder estar a la par del camino de los más jóvenes. Supo entender que la mejor manera de ser “joven” es vivir actualizada y caminando de la mano de las evoluciones. Nunca se quedó en el pasado ni en los preceptos de su época. Ha viajado con sus nietos y disfrutado cada momento importante de cada uno de ellos. Ellos también vienen a la ciudad habitualmente a visitarla.
Teté sabe del día a día, novedades y preocupaciones de cada uno de sus hijos, nietos y bisnietos. Jamás se olvida un cumpleaños y en los últimos años se lamenta porque los regalos que envía son un sobre con dinero (“…ya no puedo salir a comprar algún regalo…”).
Teté tiene 10 nietos y 25 bisnietos hasta aquí. Aunque solo uno de sus nietos y un bisnieto viven en Bahía Blanca. Todos los demás viven entre Posadas y La Plata.
En el año 1993 la vida le dio un duro golpe que la puso a prueba. Luego de 55 años de matrimonio, Queta quedó viuda. Pero lejos de permitirse alojarse en el dolor, con la impronta y fortaleza que la caracteriza salió adelante construyendo una nueva vida con alegría y optimismo.
A pocos días de enviudar dejó su casa de toda la vida y se mudó sola al departamento que hasta hoy ocupa. Después de más de 25 años sigue viviendo sola y buscando día a día motivos para disfrutar cada momento de su vida. Ante la insistencia de su familia para convencerla de que esté acompañada por alguna persona en forma permanente, ella argumenta «todavía no necesito. Puede ser… pero cuando sea vieja…”.
Sus 100 años llegaron con bombos y platillos. Para su festejo vino toda su familia. “Pudieron venir todos mis hijos, nietos y bisnietos y sus familias. ¡No faltó ninguno!” relata orgullosa. Teté se dio el lujo de bailar animadamente con sus hijos, nietos, bisnietos, sobrinos y muchos amigos y de soplar las 100 velas rodeada de afectos y alegría. ¡Nada que envidiarles a las típicas fiestas de las jóvenes quinceañeras!
Sin que pase día en que no la visite, su “nieto bahiense” comparte con ella cada paso de su vida. Ella a su vez lo espera con ansias cada tarde para verlo y estar juntos un rato.
Teté almuerza con su hijo, su pareja Nina y la familia de su nieto todos los domingos. Habitualmente disfrutan los asados que prepara este último y otras veces distintos platos en la casa de su hijo. Ciertas semanas optan por ir a comer todos juntos a algún restaurante.
Pero los domingos son sagrados. Tan es así que ahora en cuarentena, es su nieto quien luego de preparar el asado “dominguero”, va a lo de su abuela con la “vianda a cuestas” para almorzar juntos y hacer de esa forma que el domingo siga manteniéndose como un ritual especial de la familia aun en tiempos de aislamiento.
Teté aún sigue tejiendo y no hay bisnieto que no siga vistiendo sus prendas: “Pude terminar un conjunto para un bisnieto platense que está por venir. Ahora estoy pensando en hacer algo para Joaquín…” (el último bisnieto en nacer hace pocos meses en La Plata).
La cuarentena la tiene un poco angustiada, pero nunca pierde su templanza ni sus ganas de seguir. A veces se la nota cansada, pero eso no impide que sus ganas de vivir continúen empujando.
Con un carácter tan fuerte como su salud, aún hoy a los 102 años lleva sin titubeos las riendas de su vida y su familia. Sólo cuenta con la ayuda habitual de “Lidia”, que colabora con la limpieza, la comida y las compras. Tiene peluquera, manicura y pedicura que van a su casa. Teté jamás va a estar desprolija o desarreglada.
No toma absolutamente ningún tipo de medicación y fuma una buena cantidad de cigarrillos diarios. Sin embargo, con 102 años y luego de más de 80 de compañía del tabaco, ya no hay nadie que vaya a convencerla que “tal vez lo mejor sería dejarlo…”, ¿cuál sería acaso el motivo para hacerlo?
En estos tiempos en que todo es tan extraño, en donde llegó un virus a arrasar con muchos de los preceptos establecidos, tiempos en los que nos encontramos encerrados y alejados de las personas que queremos, tiempos de angustia y desesperanza; nos encontramos con esta señora a la que nada la puede, nada la doblega, nada le quita las ganas de seguir.
Su cuerpo no delata la edad que tiene y su mente mucho menos. Su genética privilegiada la ha acompañado estoicamente. Su carácter inquebrantable, su capacidad de evolución y sus eternas ganas de vivir le han dado el privilegio de llegar a esta etapa de su camino con una lucidez soberbia que le permite disfrutar de cada momento con orgullo y sensatez.
Decenas de gobiernos, guerras, mundiales de futbol, crisis y repuntes, nacimientos y partidas… 102 años de edad cronológica… 102 años de experiencias y vivencias… 102 años de disfrutar de una vida que ha sido generosa con ella y que le dio muchísimas más alegrías que tristezas. ¡102 años y seguimos contando…!
Por: Redacción | : @ConfluenciaPort | : @confluenciaportuaria
Por: Redacción