En los últimos años, las ciudades del mundo han comenzado a evolucionar a un ritmo vertiginoso hacia un cambio radical en la manera de pensar, resolver y vivir los espacios urbanos. Este nuevo paradigma conlleva una serie de propuestas que toman como eje la necesidad de tomar decisiones sobre acciones concretas para garantizar la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos.
Hablar de calidad de vida engloba entonces un conjunto de experiencias ligados a logros y avances materiales, pero también con aspectos espirituales que son difíciles de mensurar: el arraigo, la tranquilidad, la amabilidad y muchas otras sensaciones que nos predisponen a ser mejores personas.
Pocos quizá se familiaricen con estos postulados, pero existe una carga emocional poderosa en las cuestiones ambientales percibidas por todo el mundo y nadie se interesa en explicar. Contar con espacios saludables que nos contengan de las penurias de muchos en sus ámbitos laborales, familiares o de otra índole social, no deja de ser un activo fundamental para cualquier comunidad.
Lo cierto es que este cambio de paradigma hacia la sustentabilidad es producto de décadas de reflexión y obtención de resultados no tan felices. Como sea que se haya gestado esta nueva óptica, deseamos rescatar y apoyar las múltiples propuestas en materia de gobernanza ambiental que surcan las ciudades en los últimos tiempos.
Tiempos de cambio
Esta nueva era de revisión de la cuestión urbano ambiental, ha dado muchísimas oportunidades a nuevas concepciones de lo que conocemos como la ciudad moderna. Ciudades resilientes, ciudades sustentables, ciudades en tránsito hacia la mejora de la calidad de vida, constituyen propuestas que priorizan el bienestar social, impulsando a sus habitantes a vivir equilibradamente, pero también a formar parte de este camino holístico en el que participar de la planificación urbana representa un trayecto de democratización y validación de los espacios, los cuales son de todos.
Sin dudas esta democratización de los espacios urbanos comienza a ser un compromiso de las poblaciones, cuyo principal interés parece soldarse en logar incidir de alguna manera en aquellos aspectos que originan el deterioro ambiental aportando a la planificación urbana diferentes miradas que enriquecen a los equipos de gestión técnica y política inmersos en el territorio.
Algunos datos nos indican que para la primera quincena de siglo que transitamos, 3.500 millones de personas viven en ciudades, ocupando tan solo un 3% de la superficie terrestre, pero con responsabilidad en el 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero y también, consumen entre el 60% y 80% de la energía, según lo reseña la Organización de las Naciones Unidas.
Frente a la luz de estos datos, podemos decir que se trata de un momento bisagra en la vida de las ciudades, donde no solo el espacio urbano muta y se transforma, sino las percepciones de lo deseable en términos ciudadanos. Dicho de otra forma, existe una marcada tendencia de las poblaciones a involucrase desde el lugar que le toca a cada estamento social, en generar propuestas innovadoras que intentan resolver las tensiones territoriales o bien, como siempre decimos, los problemas ambientales. Y esta es una de las principales definiciones de que solemos denominar gobernanza ambiental de las ciudades.
El camino de Ushuaia
En esta línea de trabajo y transformación, Ushuaia cuenta ya con un recorrido interesante, en la medida que desde hace un tiempo a esta parte se está hablando de ella como una ciudad que debe estar ligada a la innovación, la resiliencia y la sustentabilidad, con arreglo a un enfoque holístico capaz de generar una agenda basada en la planificación estratégica y los procesos de validación ciudadanos.
Muchos pensarán que lo anteriormente dicho responde más a un deseo que a una realidad. Pero la planificación estratégica se encuentra en los discursos y propuestas generalizadas tanto en el ámbito profesional, privado, público y político. No es poco si se tiene en cuenta que no puede haber un proyecto integral que no contemple la planificación a largo plazo. Eso hace que la población esté atenta y exija al mismo tiempo pautas previamente establecidas y consensuadas para el cambio y no por el simple hecho del devenir.
Arraigar el largo plazo y la planificación estratégica a la idiosincrasia local, constituirá en una herramienta conceptual fundamental en el camino a recorrer por Ushuaia para consolidar un proyecto sustentable. En definitiva, son las ideas las que darán impulso a la concreción.
Como te ven, te tratan…
Hoy Ushuaia debe prepararse para recibir cada vez mayor cantidad de turistas. La gente que nos vista espera conocer nuestras maravillas naturales, pero también siempre es más cómodo transitar la cotidianeidad del lugareño. En ese sentido, preparar la ciudad para el turismo tiene una doble función: económica y autorreferencial. Las ciudades no planificadas evidencian contrastes y efectos no deseados que atentan contra la imagen que otros se forman de nosotros y lo más preocupante, que influyen en la calidad de vida del lugareño.
El ejemplo del turismo, si bien colateral al ser en sí de nuestra ciudad, es una de las aristas que acompañan la problemática ambiental local. No es lo mismo recibir a un turista con la ciudad en mal estado, falta de ornamentación adecuada, con espacios públicos descuidados y con las calles destruidas, a que ingresen como lo hacen en la actualidad. La ciudad ha mejorado mucho y es una demanda comunitaria muy presente en la agenda de los temas públicos.
Este aspecto, recuerda mucho la frase que dice una famosa conductora de Televisión: “como te ven, te tratan”. Porque en realidad, el estado en el que se encuentra la ciudad, habla también de la idiosincrasia de la comunidad que la habita. Habla de nosotros, de nuestra organización y de nuestra capacidad para administrarnos.
En este contexto, impulsar ciudades sostenibles en nuestra provincia, debe seguir siendo una premisa que contemple la mayor participación de la ciudadanía donde se continúe materializando políticas de Estado acertadas, en la cual la búsqueda del bien común sea el principal motor para la conformación de nuestras ciudades del presente y del futuro.
Por: Licenciada Virginia Rizzo
Directora del Observatorio Sociambiental
Por: Redacción