
He tenido la oportunidad de vivir y trabajar en otros países, además de Argentina. Basado en este hecho entiendo que he agregado a la idiosincrasia que me formó como individuo otras adquiridas, producto de la adaptación, del desarraigo, de la capacidad de supervivencia que surge en uno para lograr adaptación en otras tierras, de la mejor manera. No considero que haya sido una dote exclusivamente mía, creo que se da naturalmente en todas las personas que consiguen superar esta barrera.
Para los que vivimos muchos años en el extranjero parecería, a priori, disponer de una visión diferente, quién sabe un poco más amplia como para apreciar la realidad social que, de la mano de la política parece polarizarse en el país, de dicotomía, de discusiones parciales interminables, visando siempre lo propio y jamás el conjunto.
Con esto no me quiero dar corte de nada ni menospreciar, también soy lleno de escaseces, desorganizado y controvertido, mi pretensión es apenas la de emitir una opinión, quien sabe desprovista del enfoque endemista porteño que los medios de la city irremediablemente arrastran a todo el país, insistiendo equivocadamente en tomar una parte por el todo.
En el terruño o fuera del mismo el ejercicio es más o menos el mismo, un domingo a la mañana temprano, leer algunos diarios y portales del pago. Así paseo por La Nueva Provincia, teniendo noticias de Bahía Blanca, Punta Alta y Puerto Belgrano, que me recuerdan a mi infancia y adolescencia por esas latitudes, factor éste que me nutre y retroalimenta, me da la cuota de niño que todos nosotros precisamos para seguir siendo alegres, espontáneos y, de alguna manera, aislarnos de los problemas “adultos” de hogaño.
Leo también los diarios del sur, entro en los portales fueguinos, para saber como están las cosas por Tierra del Fuego, por Ushuaia, que tan querida siempre me resultó. Termino en La Nación, analizando “editoriales y opinión”, entre ellos los del periodista y escritor Mariano Grondona.

Personalmente pienso que la ansiedad y el ritmo de vida que tenemos muchas veces nos hace aceptar como “verdadero” lo leído, hay encuestas que demuestran que las personas le dan mucha veracidad al diario, por arriba de lo visto en la televisión y lo oído en la radio, es una cuestión lógica y documental: está escrito.
Analizando bajo una perspectiva histórica y con el solo objetivo de intentar primero comprender y luego elucidar esto que se ha instalado en nuestro país, de existir una suerte de grieta. Sin espíritu de crítica dura debo expresar que muy a menudo me veo sumergido en falta de entendimiento e imprecisiones sobre la llamada intolerancia argentina.
A modo sencillo de ejemplo citaré una columna de opinión del diario La Nación de Bs. As. (8/12/2002), del notable abogado y periodista Mariano Grondona, en la cual afirma:
“… el principal obstáculo de nuestro desarrollo ha sido la intolerancia. Ella descendió sobre la Argentina inicial con la guerra entre federales y unitarios. La Generación de 1837, con Alberdi a la cabeza, entendía que el mal del país no eran ni los unitarios ni los federales sino la fobia entre ellos. Al alzarse contra el odiador y odiado Rosas, Urquiza promovió la paz entre los argentinos bajo el lema “ni vencedores ni vencidos”. Había nacido la tolerancia…”
Es importante sumar algunos conceptos a ese comentario, para un entendimiento más amplio: Urquiza, en ese mismo período, era favorable a la Revolução Farroupilha, que se desarrollaba en Rio Grande do Sul, Brasil, desde 1835, contra el Imperio Portugués. En moldes de la independencia de los Estados Unidos, los ideales del separatismo Farroupilha, elitista y latifundista, pretendían instaurar una república federalista al sur, que contemplaba Rio Grande do Sul, Uruguay y la provincia de Entre Ríos.
Hay enorme documentación que comprueba el vínculo de Urquiza con los caudillos uruguayos Lavalleja y Artigas, así como los contactos mantenidos con el líder revolucionario Bento Gonçalves, en la provincia gaucha del sur brasileño. Por un lado el general Urquiza promovía lemas de cuño pacificador pero por otro lado, por interés político, ideología o su interés económico por la venta de caballos lo hacía partícipe de un conflicto vecino, queriéndolo hacer propio.

Veamos otro trecho del artículo de Grondona donde busca mostrar los grandes entendimientos nacionales:
“… En los años setenta, la reconciliación de Perón y Balbín cerró la herida entre el peronismo y el anti peronismo, pero fue desbordada por el odio entre la ultraizquierda terrorista y la derecha militar hasta que en 1983 renació, pacificada, la democracia…”
Es evidente que, aun con todos los defectos que se le podrían atribuir a Alfonsín, fue él, parte responsable por mantener la democracia en el país, Grondona es preciso en ese aspecto. En mi punto de vista, en la reconciliación mencionada entre el líder justicialista y el radical hubo apenas un acercamiento entre dos personas, ya de edad avanzada, estrechando lazos humanos y no políticos, como se afirma en el artículo de La Nación. Para corroborar esto basta ver como ocurrieron las cosas posteriormente, sin ninguna herencia efectiva o positiva de la supuesta concordia.
Siguiendo con las consideraciones del escritor y esta vez apuntando a las dicotomías de lo que dictan los pensamientos políticos:
“… Cada discurso de la campaña política no busca refutar sino destruir al otro. Cada vez que llamamos a un rival “corrupto”, “zurdo” o “fascista”, no lo estamos refutando. Lo estamos descalificando. Estamos preparando el terreno para desconocer su victoria y sabotear su gobierno…”
Brasil – Um país tropical, abençoado por Deus…
En la historia argentina reciente esto que cita el periodista es muy fácil de corroborar. Cuando conviene los grupos se alían, cuando no atraviesan de calzada y se van enfrente. Para no herir susceptibilidades paso la frontera y me voy a Brasil, allí tomo un caso ejemplificable y fácilmente entendible. En la campaña para su última presidencia, a fines del 2006, el entonces carismático presidente y candidato Lula da Silva eligió como compañero de fórmula a uno de los principales empresarios brasileños -José Alencar-, obteniendo el 58% de los votos, en un apoyo popular nunca antes visto en ese país.
En ese momento y para explicar esa comunión de intereses y el logro obtenido se divulgó mucho por aquí que lo que más le importó al partido de Lula (PT) no fue odiar al empresariado de dónde provenía Alencar, sino obtener la elección por amor a Brasil.
Ya concluyendo, entiendo que no debemos ser inocentes y dejar entrever el mal que nos afecta a la mayoría de los argentinos, creer que otros lugares, o países, la cosa es mejor que en Argentina. Comete el mismo equívoco que el que alega o descalifica actitudes que existen, buenas o malas, ciertas o erradas que son vigentes y hacen parte de una realidad nacional o extranjera.
Lula puede amar al Brasil, pero sin duda alguna, en ese momento su alianza para con el empresariado tuvo motivos puntuales: estrategia para llegar al poder, antes que sus rivales lo hicieran de nuevo, con los mismos arreglos políticos que él mismo antes denunciara. Para confirmar mejor lo que afirmo, ese mismo sector pudiente empresarial con el que renovó la presidencia, luego le forzó el impeachment a su heredera Dilma Roussef. Así de simple, hoy por vos, mañana por mí.
Cabe un lindo consuelo, el ciudadano a pie solo se cruza de vereda cuando ve que hay algún perro que pudiera morderle.
Por: Lic. Guillermo A. Burgos |: @GABurgosOk |: @guillermoaburgos
Por: Redacción