El proceso empieza cuando una empresa de desguace adquiere una nave que ha llegado al final de su vida útil. Las piezas obtenidas durante el desarme son desembarcadas a tierra con cabrestantes, guinches o grúas, a medida que se desmantelan y subidas a un transporte. Durante los trabajos de corte el muelle rosaleño se vuelve un verdadero cementerio marítimo: barandillas, listones, ojos de buey, portas, kilómetros de cableado, bandejones de acero inoxidable, trampas, anzuelos robadores, líneas de pesca, bandejas y cajones plásticos, bronces, tanzas, maderas, vidrios, chapones, etc., conforman los restos a manipular.
Actualmente, además de a flote, en nuestro puerto podemos varar y desmantelar barcos en una dársena desocupada por donde sacamos las bateas en la fase final del proceso. Allí hemos despejado para dejar sitio a las instalaciones de desguace, cada una de las cuales puede ocupar el espacio suficiente para que entre un barco mediano. Sabemos que en el presente las necesidades de desguace aumentan exponencialmente y casi no hay astilleros destinados a esto funcionando. Los obreros son capacitados para estas labores específicas lo que les permite cumplimentar requisitos de seguridad y habilidades a bordo para tareas duras y sucias. Conocen los peligros y deben ser aptos a acceder a los lugares más difíciles de los barcos.
El acero del casco de los barcos se extrae en planchas pesadas de media tonelada cada una mediante el uso de grúas, previa maniobras de palancas, rodillos improvisados y mucha fuerza bruta hacia los camiones, que las llevan a las acerías del norte bonaerense. Los operarios pasan el día en las distintas cubiertas del barco, con debida protección y máscaras dado que esta labor puede estar sometida a contaminación por metales pesados, partículas tóxicas de pinturas y juntas de tuberías que pueden contener amianto; inclusive, cuando se desprenden grandes partes del buque se pueden soltar nubes de micro astillas de acero.
Provistos de sopletes oxiacetilénicos los cortadores y sus ayudantes desmontan primero el equipamiento del barco y después cortan las sucesivas cubiertas. El desguace completo puede llevar hasta seis meses, dependiendo del buque y la vida útil de las embarcaciones pesqueras que recibimos en Puerto Rosales es de 30/40 años, por lo que la mayoría fueron botados en la década de 1980. Con este tipo de desarme venimos trabajando hace más de tres años, ininterrumpidamente. El alto costo de mantener pesqueros viejos hace que ya no sean rentables, además de la nueva ley de renovación de flota. Así siendo, su valor actual se concentra en el acero de sus cascos. Los márgenes de beneficio oscilan en el 25% de la inversión, varían de un barco a otro y dependen de muchos factores, entre ellos el precio del acero, contó un experimentado desguazador que aquí actúa. Sin embargo, sea cual fuere el volumen de las ganancias, el modo de obtenerlas consiste en reciclar a conciencia más del 90 % de cada buque.
Una vez que el barco está amarrado en el muelle y previa la existencia de un plan de desguace aprobado por la Prefectura Naval, se extraen mediante bombeo todos los líquidos que pueda contener, incluidos los restos de diésel, aceites de motores y las sustancias para extinguir incendios, que se revenden más rápido. A continuación, se desarman las máquinas, grupos generadores, todos los equipos de navegación, de radio y se venden los motores, baterías y alambre de cobre, hasta las cuchetas de la tripulación, los ojos de buey y los botes salvavidas. Es común que los motores y generadores, una vez revisados, pasen a ser sustitutos o piezas de reemplazo de otros iguales en otros barcos del mismo tipo o la misma empresa en que actuaron. Cuando apenas quedan las cuadernas de acero, los empleados cortan la batea con sopletes oxiacetilénicos.
Nuestra ciudad precisa los puestos de trabajo creados por los desguaces, pero, necesariamente, a la actividad es preciso hacerla cada vez más limpia y segura, con buenas condiciones laborales para los trabajadores. Los últimos desguaces en Rosales han sido muy satisfactorios y prolijos, realizados por empresa de Mar del Plata con bastante mano de obra local.
Los barcos oceánicos no están hechos para que puedan desarmarse fácilmente, están construidos para someterse a fuerzas colosales de carga y del mar y muchos están construidos con materiales tóxicos, como amianto y plomo. Cuando estos barcos se desmantelan en países desarrollados, la regulación es mucho más estricta y por lo tanto el proceso es más costoso, motivo por el cual la mayoría de los desguaces de naves grandes se hace en India, Bangladesh y Pakistán, donde aún la mano de obra es muy barata y la normativa mínima. Los navegantes consideramos al desguace como necesario, aunque al presenciarlo nos genera un dejo de tristeza, ante un fuerte olor a salitre y diésel uno se sorprende pensando sobre las cargas transportadas, los puertos recalados y las tripulaciones que habrán navegado ese buque.
Por: Capitán Guillermo Burgos
Por: Redacción